Este relato no es mío, lo escribió Flakos76 como continuación al que escribimos en común. Lo pongo aquí para que disfrutéis de su arte, que tiene mucho… 😉
Buscó en su móvil, en la carpeta de elementos recibidos, el último mensaje. La dirección que le mostraba la pantalla era la misma que anunciaba una placa azul, colocada en la fachada de un viejo edificio que se presentaba como la entrada de un callejón sin salida. El mensaje era frío. Ningún «hola» ni un «adiós», ni mucho menos «besos». Sólo la dirección con número de portal y una palabra extraña al final. El reloj de su teléfono marcaba la entrada a una medianoche templada, veraniega. Cuando, en la salida desde su casa, le dijo al taxista dónde debía llevarla, este le lanzó una mirada desde el retrovisor del coche extraña, de la que parecía salir un signo de interrogación. Ahora, después de haberle pagado la carrera al taxista, y quedarse completamente sola en aquel callejón sin salida, entendió el motivo de aquella mirada. Sin entender muy bien por qué, pensó que se encontraba en uno de los lugares más peligrosos de la ciudad.
De alguna manera, tampoco le extrañaba que él la hubiera citado en esas condiciones de las cuales, todavía no sabía nada. Lo había humillado en su último encuentro. Tanto como para que la despedida fuera fría. Más fría de lo que solía ser. Era posible que ella hubiera sobrepasado la linea que marcaba unas normas que no estaban escritas. O no. No lo sabía. Estaba segura que, aún en el momento de mayor sometimiento de su último encuentro, él estaba disfrutando. Todavía tenía en su cabeza las imágenes de su juguete preferido empalándolo sin piedad, de sus propios pechos húmedos en el momento del orgasmo, de la copa final que él se bebió completa….había sido grande. Espectacular.
Los tacones de sus zapatos empezaron a marcar el ritmo de sus pasos a través de ese callejón, mientras a su lado iba pasando varios contenedores como si fuera una fila de soldados y ella el capitán. Iba vestida con un vestido muy ajustado negro y corto. Muy corto. Ahora, en el callejón, esa vestimenta no le daba nada de seguridad y pensaba si había sido buena idea vestirse así. Casi sin darse cuenta aceleró el paso. Sólo había una puerta en aquel callejón y por fuerza tenía que ser el numero indicado en el mensaje del móvil. El número que había después del nombre de la calle y antes de aquella palabra extraña que había al final del mismo :»Kuzimu«
Cuando llegó a la puerta se encontró con que esta era de madera, al parecer maciza, compuesta de varios tablones, remachados con enormes clavos cuya cabeza asomaba en la madera como si fuera un botón. A la altura de sus ojos había una ventanilla de madera también, cerrada y al lado, una gran pieza de metal pesada, con forma de gárgola demoníaca, que la miraba como lanzando un grito de furia inaudible. El pulso se le empezó a acelerar. ¿donde coño estaba? Pero las normas con él eran así. Sin miedo. Sin limite. Sin normas.
Cogió la cabeza de aquella gárgola y tras levantarla un poco golpeó la puerta tres veces con ella. Esperó. A los pocos segundos la mirilla de la puerta se abrió dejándole ver unos ojos que la miraban con actitud interrogatoria. Ella se quedó parada, mirando aquellos ojos inquisidores. Pasados unos instantes comprendió. Era lista.
– Kuzimu– dijo en un susurro como quien traslada un secreto.
Al momento la mirilla se cerró de golpe, dejándola de nuevo sola en aquel callejón. empezaron a oírse ruidos de cerrojos que se desplazaban y cerraduras que giraban y al momento, aquella gran puerta de madera se abrió. Ella pasó, a un recibidor totalmente oscuro. Quien hubiera abierto la puerta de aquel lugar había desaparecido. Ahora se encontraba en una habitación de no más de 3 metros cuadrados, flanqueada por una lado por la puerta desde donde había entrado y por otro, por otra puerta, esta vez metálica, que debía ser totalmente negra, pues ella se había quedado en la más absoluta de las oscuridades.
Oyó el el susurro de algún tipo de mecanismo metálico y la puerta de metal se abrió dejándole ver el interior del lugar donde se había metido. Ante ella se desplegó un amplísimo local, iluminado con una tenue luz roja y totalmente lleno de gente. Una barra de bar, donde una camarera y un camarero, casi totalmente desnudos, servían copas a los que allí habían marcaba el centro de aquella sala. Cuando ella entró, muchos de los asistentes se giraron para verla sin intentar evitarlo. Vestido negro que marcaba las curvas perfectas de su cuerpo. Cabello rubio hasta los hombros, aunque en otras épocas lo había llevado más largo, ojos azules de mirada penetrante y expresión desafiante. Avanzó por el pasillo que aquella marea de gente le hacía mientras dejaban de prestarle atención. Sin saber muy bien porqué había algo en aquel ambiente que le resultaba extraño. Decidió andar como si supiera exactamente donde iba, aunque en realidad no lo sabía. Con la mirada empezó a buscarlo sin éxito, pero le dio tiempo a ver dónde se había metido.
La cantidad de hombres y mujeres eran prácticamente la misma. Los había de todas las edades. Casi todos con apariencia solvente. Tanto ellos como ellas. En una primera impresión hubiera parecido que se encontraba en un local de copas totalmente normal. Pero la realidad es que no era así. Se dio cuenta por ejemplo, que mientras una pareja hablaba en la barra con una copa cada uno en la mano, el hombre se encontraba con los botones de sus pantalones abiertos y, la mano de la mujer masajeaba la polla de aquel hombre, como si fuera lo más normal del mundo hacer eso en ese momento. Y mientras, hablaban entre risas, al parecer contándose las anécdotas graciosas de aquel día. En otro lugar de la barra, una mujer se había subido la falda que llevaba hasta ofrecerle su trasero a otro hombre que la penetraba impunemente, y ésta bebía su copa, apoyada en la barra de bar, como si no hubiera ninguna polla taladrándole el culo. En una silla, dos amigos hablaban con una copa de coñac, mientras sendas mujeres, sentadas a su lado e inclinadas de la manera precisa, les aplicaban una generosa mamada. Aquello era surrealista. Y más, cuando su oido empezó a captar a New Order cantando «Bizarre Love Triangle«.
Avanzó sin prestar atención a las miradas provocativas que le lanzaban, pero sin poder evitar sentirse excitada ante lo que estaba viendo. No sabía donde tenía que ir no donde estaba él. Y cuando estaba a punto de dirigirse al baño, estuviera donde estuviera, para poder asimilar todo aquello, encontró, al final del local, una especie de reservado, limitado por cuatro paredes de visel, que dejaban entrever algo de lo que ocurría allí dentro y con la poca valentía que le quedaba se dirigió allí. Retiró una de las cortinas y lo vio. Estaba sentado en un gran sofá, de los dos que había. Vestido con unos vaqueros desgastados y una camisa blanca, de cuello abierto que dejaba ver la mayor parte de su pecho parcialmente rasurado. En medio de aquel reservado había una mesa con tres copas de champán. Estaba acompañado por una mujer escultural. La longitud de las piernas de aquella mujer absurdamente escondidas en una minifalda blanca, intuían ver la altura que podía tener. Fue levantado la vista hasta encontrarse con un vientre planísimo y unos pechos enormes claramente siliconados. Su rostro era bellísimo y provocativo. Morena, con el pelo liso y espectacularmente largo. De labios gruesos y mirada penetrante. Hablaba con el animadamente mientras consumían sus copas parcialmente vacías, mientras la tercera permanecía totalmente llena.
«Qué cabrón de mierda»- pensó. Aunque aquel juego estuviera basado en el sexo puro y duro no pudo evitar sentir una punzada de celos al verlo acompañado de tan espectacular mujer. Pero sólo fue un momento. Como no podía ser de otra manera. Tampoco tenía muy claro que papel estaba jugando aquella furcia allí. Pero no tuvo problemas en sentarse en el sofá que quedaba libre y unirse a la conversación que fuera que estuvieran teniendo.
Ellos siguieron hablando, sin que ella consiguiera enterarse bien de lo que estaban hablando y sin que al parecer, les importara si entraba o no en la conversación. De vez en cuando, los dos estallaban en risas, y ella seguía sin saber que coño les estaba produciendo tanta gracia. Estaba empezando a cabrearse. Vio como la mano de él estaba descaradamente posada en uno de los increíbles muslos de ella y que ella a su vez, posaba una de sus manos en la zona del pecho que la camisa blanca dejaba al descubierto.
Decidió esperar mientras apuraba su copa de champán y ver que pasaba. Para su sorpresa, aquella mujer se lanzó hacia el y empezó a besarle en la boca e iba bajando por el cuello, hacia su pecho. Mientras aquella morena estaba con lo suyo, él le lanzó la primera mirada desde que había entrado en el reservado. Le sonrió con la boca, que no con los ojos. En ellos todavía podía ver el resentimiento de lo que había hecho con él la ultima vez.
– Puta….- fue lo primero que le dijo
Ella se quedó de piedra. ¿de que coño iba ese gilipollas? ¿que mierda se pensaba que era? Pero la morena ya había llegado a la cremallera de los pantalones y había rescatado su polla, ligeramente empalmada y empezaba a masajearla con movimientos suaves. Crecía sin parar. Ella apretó los muslos, intentando que él no se diera cuenta. Se estaba empezando a excitar al ver como aquella zorra lo pajeaba.
– Eres un cabrón- le dijo con la voz más firme de lo que esperaba.
El lanzó hacia atrás la cabeza mientras lanzaba una carcajada. Como si aquello hubiera sido una señal pactada entre la morena y él, esta se metió la polla totalmente empalmada ya en la boca y empezó a chuparla con movimientos lentos y profundos.
– Te gusta ver como me están chupando la polla…..guarra?
Ella, para su sorpresa, o quizá no respondió:
– Si, joder, me gusta….
– ¿quieres chupármela tú?
– Si, quiero comérmela toda
El volvió a reirse, pero no le hizo ningún ademán para que se acercara. Al contrario, le cogió la cabeza a aquella morena, que ya había dejado al aire sus enormes pechos de goma y le marcó el ritmo de la mamada. Ella tuvo que desaflojar sus muslos. Si seguía con ellos apretados era capaz de tener un orgasmo. Los separó ligeramente. Él lo vio, y separándose de la morena le hizo que lo mirara a la cara y el dijo:
– Cariño, cómetela….lo esta deseando.
Ella se quedó de piedra. No le iban en absoluto las experiencias lésbicas. Aunque las había probado en alguna ocasión no era lo que le gustaba. A ella le gustaban las pollas. Pero las normas eran las que eran. Ahora mandaba él muy a su pesar. La morena lo miró y después de dedicarle una sonrisa se arrodilló en la moqueta que cubría el suelo y encajó su cabeza entre sus piernas, al parecer sin esperar encontrar resistencia que por supuesto, no encontró. Aquella morena le retiró el minúsculo tanga que la cubría y empezó a darle lametones en el clítoris, que a aquellas alturas ya estaba húmedo. Le puso interés la cabrona, porque ella empezó a excitarse muchísimo. Aquella zorra lo hacía muy bien. Chupó, succionó, mordió su clítoris en los momentos justos y precisos. Hundió su preciosa cara entre su sexo para comérselo entero. Utilizó sus dedos largos y finos para penetrarla mientras seguía lamiendo por ahí abajo. Ella no tuvo más remedio que bajarse la parte superior de su vestido y empezar a acariciarse los pezones que en ese momento ya estaban duros como piedras y viendo como él con la polla en su mano se masajeaba lentamente viendo lo que ellas dos estaban haciendo.
– Sigue comiéndome el coño hija de puta- le dijo. Y la morena aceleró el ritmo. Joder, si iba a correrse ya mismo. Él lo notó y se levanto para apoyarle la polla en la boca que ya se entreabría para el gemido que le pedía su clímax. Cuando no pudo reprimirlo, los dedos de él le cogieron de los carrillos, casi obligándole a abrir la boca más y se la metió, a la vez que ella con los lametones de la morena estaba llegando a su orgasmo. Sin darle tiempo a recuperarse, el empezó a moverse dentro de su boca. Ella intentó seguirle el ritmo, aunque todavía sentía el primer agotamiento del orgasmo.
La morena sacó la cabeza entre sus piernas y empezó a apretarle los pechos y pellizcarle los pezones mientras él le seguía follando la boca. Aquella hija de puta le estaba golpeando los pechos y podía notar el calor que le producían los golpes recibidos. Pero estaba excitadísima. Nunca hubiera pensado que una relación lésbica le provocara tanto placer. pero quizá la diferencia estaba en que estaba él.
La morena se retiró de la escena y él, la levantó del sofá para llevársela al suyo. Se sentó con la polla tiesa y le dijo, casi con odio:
– Cabálgame zorra
– Eso es lo que voy a hacer y te voy a dejar seco.
Ella se abalanzó sobre él y sin miramientos se introdujo la polla dura y húmeda. Empezó a cabalgar encima de él como si fuera lo ultimo que fuera a hacer en su vida. Él le seguía el ritmo sin problemas, cogiéndole de las caderas y marcándoselas con sus dedos. Con cada embestida notaba más la polla dentro de ella. La llenaba por completo. Él la cogió en un absurdo abrazo y la pego contra su pecho mientras ella seguía cabalgándole. ¿que coño estaba haciendo? La tenía pegada a él. Entonces giró lo que pudo la cabeza y lo que vio la dejó de piedra.
Detrás de ella estaba la morenaza. Así, de pie como estaba, pudo confirmar que era muy alta. Demasiado para una mujer, Y como para confirmarlo, vio entre las piernas de aquella preciosa mujer una polla, semi empalmada, enorme. La mirada de la morena era de puro vicio. Con sus manos abrió sus nalgas y dejó caer un escupitajo entre las mismas, humedeciendo su ano, su coño y la polla que albergaba. Ella no pudo hacer otra cosa que mirarlo a él con un gesto de súplica.
– No por favor……
Él solo que contesto:
– Sí….vaya que sí….
Y notó como aquella enorme polla se introducía por su culo. Por lo menos la morena o moreno o lo que fuera empezó con cuidado y él no se movió hasta que la polla que atravesaba su culo estuvo totalmente metida. En ese momento empezaron a moverse los dos al unísono, alternando embestidas. Ella no sabía de donde le venía el dolor, o el placer….o ambas cosas….Se sentía totalmente sometida, llena, excitada. Ellos empezaron a acelerar a un ritmo imposible. La iban a partir en dos y ella sólo podía dejarse llevar por las embestidas. Notó como la polla de él, la que tenía metida en el coño se hinchaba. El cabrón se iba a correr. Y efectivamente, un disparo caliente, potente la llenó por dentro mientras ella empezaba a sentir su propio orgasmo, que se hizo imposiblemente potente cuando la morena, con su polla en el culo eyaculo dentro de ella.
Cuando se recuperó estaba sola en aquel reservado. No parecía haber ninguna prueba de lo que había ocurrido allí. Tan solo una nota en la mesa ya limpia. La cogió y la desdobló. En ella se podía leer:
TE TOCA…..