Habían pasado unos meses desde la última que nos vimos, aquella vez que me tuvo que ayudar con el asunto de mi alumna y el vídeo comprometido. Un día estaba en mi despacho en la universidad y recibí un mensaje de John que me decía:
“Te creerás que me olvidado de ti y de lo que me debes, pero va a ser que no. ¿Cómo tienes este finde? Y aunque no puedas, llámame, que tengo ganas de hablar contigo, anda, besos.”
Sonreí. La verdad es que, tras lo sucedido con mis alumnos, el hermano de uno de ellos, John y Fer aquel mes y algo en el que no paré, llevaba una temporada de abstinencia casi total, en lo que a sexo extraconyugal se refiere. Bueno, pagué mi cuenta pendiente con Fer, ese cabrón no quiso dejar pasar mucho tiempo, no fuera a ser que me olvidara o algo. Pero quitando eso, la verdad es que estaba bastante aburrida, y me alegré de recibir su mensaje. Le respondí que para ese fin de semana lo tenía complicado, pero al otro me venía perfecto, porque mi marido tenía un congreso en Munich de cuatro días, y que le llamaría después de comer, que en diez minutos tenía un examen. Le llamé por la tarde, cuando subí a mi despacho después de comer.
—¡Hola guapo! —le saludé.
—Hola, preciosa. Qué ganas tenía de hablar contigo…
—Pues haberme llamado antes, ¿no? —me reí
—¿Cómo estás, que tal va todo?
—Estoy aburridísima, no puedo más.
—Será porque quieres, si me hubieras llamado tú te hubiera quitado el aburrimiento.
—Ya sabes, compromisos familiares.
—¿Así que dentro de dos fines de semana estás libre?
—Si, tenemos congreso en Munich. Cuatro días.
—¿Cuatro días? Qué bien.
—¿Qué bien? Me das un miedo cuando me dices eso así…
—Miedo tienes que tener, sí, después de la última vez.
—Lo tengo —le dije, irónica —¿Qué vas a hacer conmigo?
—Alguna tarde de esta semana sí tendrás libre, ¿no? Para tomarnos un café.
—Si el café es corto, sí.
—Es que te tengo que presentar a alguien.
—¿A quién? —recordé mi “cuenta pendiente” con él. Me había jugado al mus hacer un trío con otra mujer y había perdido, así que supuse que sería la otra.
—Seguro que te lo imaginas ¿A que sí? —me le podía imaginar al otro lado del teléfono sonriendo
—¿Es morena o rubia?.
—Morena.
—Qué cabrón, así tienes para elegir ¿no? —me reí. Yo soy rubia
—Te va a caer bien, sois parecidas.
—Oye, ¿no será muy…? Quiero decir, no querrá hacer nada conmigo, ¿verdad?
—Seguro que le gustaría, pero ya le dije que tú no estás por la labor. Está muy bien, y es muy morbosa
—No lo dudo, si la has elegido para esto, debe de serlo —le dije
—No te preocupes, no harás nada que no quieras hacer
—Eso espero.
—¿Cómo? —me dijo, sorprendido y riéndose.
—Bueno, no sé. Aquella con mi alumna vez mis reacciones me sorprendieron. Si me metes en la cama con una tía que está buena y es muy morbosa, a lo mejor no me puedo aguantar las ganas —me reí.
—Me encantaría verlo, ya lo sabes, pero tú haz lo que te apetezca hacer. Me va a gustar igual, lo tengo claro.
—Vale. Pues no sé ¿el miércoles a las cuatro y media en el Vips?
—Allí estaremos.
—No llegues tarde —la puntualidad no es el fuerte de John— Tengo ganas de verte.
—Y yo, guapa, muchas.
Nos despedimos y colgamos. Preferí no darle muchas vueltas a la cabeza y no pensar demasiado hasta el día de la cita.
* * *
¿Cómo se viste una para tomarse un café para conocer a la mujer con la que va a hacer un trío? No tenía ni idea de qué ponerme. Al final, acabé eligiendo un vestido de lino, de color azul oscuro, sin mangas y escote de pico que llega algo más abajo de la rodilla y unas sandalias de tacón alto de color parecido al del vestido y el pelo suelto y ligeramente ondulado. De esa guisa me presenté a las cuatro y media en el Vips donde solíamos quedar. No había mucha gente, así que busqué una mesa grande y me senté. Llamé a una camarera, le pedí que me trajera un té y esperé. Coño, ahora sí que estaba nerviosa. Deseé que por una vez John no llegara tarde, como siempre.
Unos cinco minutos más tarde, vi aparecer por la puerta a una chica con una melena ondulada y larga, bastante parecida a mí en tipo, solo que con el pelo negro y ojos de color miel. Con un vestido similar al mío, también de lino, pero blanco con estampado rojo, y sandalias de este color. No pude evitar mirarla, era muy atractiva. Oh, joder, y estaba cogiendo el móvil, como si estuviera esperando a alguien. De repente, me miró y me sorprendió mirándola. Sus ojos me dieron un repaso completo. Y supe que era ella, la suerte estaba echada. Sonreí.
—¿Layla? —preguntó, acercándose a la mesa
Yo me quedé un poco sorprendida, solo John me llama así.
—Estamos esperando a la misma persona, ¿verdad?
—Sí, eso parece —me sonrió ella
Me levanté para saludarla. Con los tacones éramos igual de altas.
—Bueno, ese no es mi nombre de verdad, pero John, perdón… —dije su nombre de verdad —me llama así, es una larga historia.
—Me la contó —sonrió—Yo me llamo Claudia, y estoy encantada de conocerte —se inclinó un poco y me besó. Me dio un solo beso en la mejilla, que duró unos segundos más de lo estrictamente necesario en una presentación. Me gustó su perfume.
—Bueno, pues solo queda que aparezca él, que llegará tarde, como siempre —suspiré —Encantada, Claudia —le dije, mirándola a los ojos
—Igualmente, Layla. Eres tan guapa como me dijo.
—Gracias —Dios, estaba atacada. ¿No se le habría ocurrido hacerme una encerrona y dejarme sola con ella? Juré por todos los dioses que lo iba a despellejar vivo.
—¿Y qué más te dijo? —le pregunté yo, dispuesta a sacarle un poco más de información.
—Que es tu primera vez.
—¿Cómo?
—Sí, que es tu primera vez, tu primer trío.
—Bueno, no exactamente, una vez estuve con dos hombres.
—Sí, eso también me lo dijo. Pero tu primera vez con otra chica sí, ¿verdad?.
—Una me besó una vez —empezaba a estar un poco incómoda con el “interrogatorio”.
—¿Sí? ¿Y qué tal? —el camarero vino y ella le pidió un café solo con hielo.
—¿Eso no te lo ha contado? —le dije, clavándole la mirada y con un ligero tono irónico
—Cuéntamelo tú, ¿no?
Ahora que podía verla más cerca, me fijé bien en ella. Es una tía muy guapa, con un magnetismo especial. Su pelo era increíble, su mirada muy especial, y su voz suave, pero con carácter. Unas curvas parecidas a las mías. Sí, era una mujer muy atractiva. Podría tener más o menos la misma edad que yo, año arriba año abajo.
—Digamos que la chica se lanzó a besarme y… —por la puerta de la cafetería vi aparecer a John, como caído del cielo. Cuando nos vio juntas sonrió y vino hacia la mesa.
—Perdonadme, guapas, soy un desastre, ya lo sabéis.
—Si, ya lo sabemos —le dije yo, sonriendo, pero mirándole con ojos de “te-voy-a-matar-cuando-te-pille”
—Y aún así, me sigues queriendo —me dijo John, riéndose. Me besó en los labios rápidamente y luego, hizo lo mismo con Claudia. Yo miré de reojo a los lados viendo si alguien le estaba mirando, pero la verdad es que casi estábamos solos en el Vips —Ya os habréis presentado, imagino, ¿no?
—Claro. Casi nos ha dado tiempo a contarnos casi toda nuestra vida mientras te esperábamos —se la solté con ironía.
—No pierdes ocasión de echarme la bronca, ¿eh? Exagerada, el retraso no ha llegado ni a la media hora, no te quejes —protestó.
—Estábamos en un momento interesante de la conversación, ¿verdad, Layla? —dijo Claudia cambiando de tema, clavándome su mirada magnética —Me estaba contando que una vez una chica se lanzó a besarla ¿Cómo fue?
—Raro —contesté yo —Si te soy sincera, Claudia, soy hetero, siempre lo he sido y no tengo ninguna curiosidad, pero…
—¿Pero…? —dijo ella, sonriendo. Miré de reojo a John, que estaba fascinado, mirándonos a las dos.
—Pero no me desagradó del todo. Fue raro, por la situación, ella era mucho más joven que yo y además, alumna mía. Pero lo cierto es que no me quedé indiferente, me calenté y no sé qué hubiera pasado si hubiéramos seguido.
—¿Por qué parasteis? —me preguntó Claudia
—Ella me dijo que parara. Me vine un poco arriba y empecé a besarla de una forma algo menos suave de lo que ella quería.
—Interesante… —Claudia volvió a mirarme, ahora se podría decir que me desnudaba con la mirada, como había visto decenas de veces en miradas de hombres.
—¿Verdad que sí? —intervino John —Layla es una mujer muy interesante, como habrás podido ver —le dijo a ella
—Sí que lo es… Me encantan los retos —dijo, sin dejar de mirarme
—Ah, ¿soy un reto? —le dije sosteniéndole la mirada sin pestañear
Ella sonrió
—Sí, eres un reto, de los mejores. Una mujer maravillosamente sensual, que tiene algo dormido dentro. Me encanta hacer despertar eso.
—Seguro que eres toda una experta. —le dije, levantando una ceja.
—Anda, guapa, no seas así —me dijo John —Veo que os habéis gustado, os conozco un poco a las dos, y creo que nos vamos a llevar bien. ¿Os parece si quedamos el viernes a las diez en Pintor Rosales?
—Me parece perfecto —dijo Claudia
—Allí estaré —dije yo, sin arrugarme
—Vale, yo llegaré un poco antes —dijo John
—No se si creérmelo… —le respondí yo, con sarcasmo, y él se rió
—Una de las cosas que más me gustan de ti es el carácter que tienes. No sabes como folla cuando está cabreada —dijo, dirigiéndose a Claudia.
—Más interesante todavía. ¿Eres apasionada? —preguntó ella
—Yo diría que es más que eso… —dijo John, sonriéndome.
—Os conocéis desde hace bastante, ¿verdad? —preguntó Claudia
—Hace tiempo, sí —le dije yo.
—Y tenéis mucha química sexual, se os nota —volvió a decir ella.
—Sí, nos conocemos bien, pero con Layla nunca te aburres. Siempre descubres cosas nuevas —me sonrió
—Y vosotros, ¿hace mucho que os conocéis? —le pregunté a Claudia
—Hará unos tres o cuatro meses, más o menos —respondió
—Y ya que tú sabes como nos conocimos nosotros, ¿puedo saber cómo? —le dije
—En un pub liberal —respondió John.
—¿Dónde? —pregunté, sorprendida
—En un pub de intercambio de parejas. Claudia suele ir allí con su marido.
Me quedé muda de asombro.
—Vaya, lo que no sabía es que tú ibas a esos sitios, me lo podías haber dicho, ¿eh? —le dije, riéndome—¿Y cómo funciona eso?
—Una noche fui a a curiosear y tuve suerte. Me lo pasé muy bien —sonrió a Claudia.
—Si, ya lo creo. Le vimos allí, charlamos un rato y le invitamos a pasar con nosotros.
—Contigo y tu marido…
—Sí.
—Ya… Vaya, vaya, con las ganas que tengo de hacer un trío contigo y otro y vas por ahí haciéndolo a mis espaldas —sonreí a John
—Solo tendrías que habérmelo dicho…
—Ya lo hice, me lo jugué al mus, perdí y aquí estoy —sonreí —Pero te tomo la palabra.
—Encantado —me dijo, sonriendo.
—¿Entonces tu marido sabe todo esto, ¿no? —le pregunté, extrañada. Podía imaginarme la cara del mío si yo le proponía algo semejante y eso me hizo sonreír.
—Claro, lo sabe —me dijo Claudia.
—No iremos a montar una orgía, ¿no? —dije, irónica.
—Una orgía son más de cuatro personas —me dijo Claudia.
—Vale, quería decir que… ¿Él no va a estar, o a mirar o…?
—No. A no ser que tú quieras —me dijo ella, sonriendo
—Pues la verdad es que preferiría que no, de momento.
—¿De momento? —dijo John, mirándome hambriento —Eres una caja de sorpresas, no me imaginaba que te podría gustar esto.
—Yo que sé, John. A lo mejor me gusta, a lo mejor no… —estaba confusa
—A ver —dijo Claudia —No hay que forzar nada. Se trata de estar a gusto, y nosotros de momento lo estamos, ¿no? Tranquila, no haremos nada que no quieras hacer, te lo prometo, aunque no te niego que eres muy apetecible y me costará un poco controlarme —sonrió —que no, mujer, es broma, no pongas esa cara…
—Vale, ya te voy cogiendo —me reí. La verdad es que era muy maja y hasta parecía sensata.
—Perfecto. Esto es lo que le dije a John —le miró— Que este encuentro sería definitivo para saber si lo podríamos hacer o no. Y creo que lo pasaremos bien, ¿no os parece?
—No tengo ni idea, aquí la experta eres tú —le sonreí.
—Pues hazme caso, lo vamos a pasar bien —me guiñó un ojo.
Terminamos de tomar el café y nos fuimos, cada uno por su lado. John me mando un mensaje al rato, que decía:
Sabía que te iba a gustar. Que sepas que estoy muy sorprendido contigo, bueno, como siempre, eres la hostia, nena. Besos
Sonreí y le respondí:
Pues anda que yo contigo… Aún no salgo de mi asombro, ¿tú yendo a locales liberales? xD
Decidí no pensar mucho más hasta que se acercara el día del encuentro. Pero estaba muy excitada, eso no podía evitarlo. Se me ocurrían montones de situaciones en las que podíamos estar los tres y no me cuadraba mucho con mi forma de ser y de sentir, pero debe de ser cierto que la atracción no se siente por sexos sino por personas. Claudia me atraía, aún no sabía lo que sería capaz de hacer, pero había algo en ella que hacía que me pusiera nerviosa. Y no solo por la situación, sino por ella. Me alteraba profundamente recordar su olor y su mirada sobre mí.
* * *
Los días pasaron lentamente hasta que llegó el viernes de la cita. Como iba a ser una ocasión especial, había ido de compras. En un principio, iba buscando lencería, pero en una tienda vi un corsé negro con detalles en granate del que no pude quitar los ojos hasta que entré a probármelo. Iba con un tanga a juego. También me compré unos preciosos zapatos con unos tacones inverosímiles. Quería estar realmente increíble.
Me puse el tanga y unas medias negras, una falda de tubo también negra y los zapatos, de tacón de aguja. Luego cogí el corsé y lo puse por encima de mi cuerpo. Iba a ser un poco complicado atarlo yo sola, pero evidentemente, así tuvo que ser. Una vez ajustado sobre mi cuerpo, realmente me sentaba bien, se iban a caer de culo. Cepillé mi melena rubia y le hice unas ondas en las puntas. Luego me maquillé con cuidado, no demasiado, me puse el perfume que le encanta a John, cogí una chaqueta y el bolso y salí hacia Pintor Rosales, el piso del amigo de John donde habíamos quedado con Claudia.
Fui en taxi, porque con esos tacones es complicado conducir. Llegué a las diez menos cuarto al piso, confiaba que John hubiera cumplido su promesa y estuviera allí ya, necesitaba verle a solas un momento, antes de que llegara ella. Llamé al portero automático y, sorpresa, él estaba allí ya. Me abrió y yo cogí el ascensor para subir al ático.
Me abrió la puerta y me dejó pasar. Le besé en los labios y me apretó un momento contra él. Me separé, y, dándome media vuelta, para que me viera bien, me quité la chaqueta lentamente y la dejé en una silla. Luego me volví y le miré.
—Joder, Layla… —me miraba alucinado.
—¿Eso es bueno o malo? —le dije yo, riéndome. Lo sabía de sobra, pero me encanta que me mire.
—Nunca te había visto tan…
—¿Tan…?
—No sé ni qué decirte. Ciérrame la boca, anda —me cogió por a cintura y me dio un beso largo y apasionado— No es solo la ropa, que también. Es tu mirada, te brillan los ojos, no sé. Estás maravillosa y lo vamos a pasar muy bien —sonrió
—¿Mi mirada? Anda ya, no me vengas con esas —me burlé— Desde que me he quitado la chaqueta no has dejado de mirarme las tetas…
—¿Y cómo quieres que no lo haga? Si te has puesto esto para que te mire, ¿o no?
Volvió a atraerme hacia su cuerpo por la cintura y me besó, recreándose bien, como sabe hacerlo. Cuando separó su boca de la mía me susurró al oído.
—Joder, cómo me has puesto, Layla. Soy el tío más afortunado del mundo, por lo menos, esta noche.
—No te digo yo que no. Vas a follarte a dos mujeres a la vez, el sueño de cualquier tío, ¿no? Por cierto, tú ya lo has hecho, ¿verdad?
—No. Hice un trío con Claudia y su marido, sin contar el embarque ese que me hiciste con tu ex y tu alumna —me miró y sonrió —pero hacerlo con dos mujeres no es tan fácil.
—Venga ya, ¿para ti también? No me lo creo…
—Alguna vez he tenido la posibilidad, pero por un motivo u otro…
—¿Qué? —le provoqué, para que hablara
—Pues no lo he conseguido, o no ha cuadrado —sonrió —y tengo muchas ganas, por eso me lo jugué contigo al mus, porque sabía que te iba a ganar —volvió a besarme lentamente —También tenía muchas ganas de estar contigo otra vez, anda, déjame que te vea.
Hizo que me separara un poco de él, me cogió por las manos y luego volvió a cogerme por la cintura y a besarme en los labios.
—Ya verás cuando te vea Claudia —sonrió
—Me da que tiene más peligro que una caja de bombas —le dije
—Lo tiene, lo tiene. Bueno, pero tú también, ¿eh? —rió
Justamente en ese momento, sonó el portero automático. John fue a abrir y esperó al lado de la puerta. Ahora sí que estaba atacada de los nervios. No había marcha atrás. Escuché a Claudia saludar a John y luego, pasó al salón.
—Joder, estás guapísima, Layla. —me dijo. Se acercó a mí y me miró. Sus ojos reflejaban deseo.
—Gracias—le dije yo —Estás muy guapa, el rojo te sienta bien —sonreí.
—Gracias —se inclinó hacia mí y me besó en la comisura de los labios, estudiando mi mirada.
No es que estuviera guapa, es que estaba impresionante. Con un vestido rojo palabra de honor que marcaba sus curvas y se le ajustaba como un guante, corto hasta algo más arriba de la rodilla y tacones del mismo color casi tan altos como los míos. Su melena ondulada oscura caía sobre su espalda y algún mechón sobre sus tetas, que se intuían perfectamente por el escote del vestido.
Yo no sabía que hacer, si devolverle el beso o no. Quería hacerlo, pero aún no sentía deseo suficiente. Decidí que era el momento de tomar algo.
—John, ¿nos pones algo de beber, guapo? —le dije, mirándole
—Claro —fue a preparar las copas, y nosotras nos quedamos allí, solas.
—¿Nerviosa? —me preguntó, sonriendo
—Mucho.
—Tranquilízate, verás como todo sale bien —me acarició un brazo
—Si, ahora, cuando beba un poco —sonreí.
John no tardó en venir de la cocina con unos vasos con hielo y fue poniendo ginebra en uno de ellos para mí y ron en el otro, y luego dejó unas latas de tónica y Coca-Cola zero al lado. Exprimió un poco de limón en los vasos, tanto en el ron como en la ginebra. Nos los dio y luego se puso su whisky con agua de siempre.
—No hay lima, lo siento —me dijo
—No importa, así está muy bien también —sonreí y cogí mi copa, eché parte de la tónica en el vaso y la revolví un poco con un dedo. Le di un sorbo corto, aunque me hubiera gustado beberme la mitad de un trago.
Claudia cogió la suya e hizo lo mismo que yo, echó parte de la Coca Cola y le dio un sorbo. A ella se la veía increíblemente tranquila.
—Podríamos seguir más o menos por donde dejamos la conversación el otro día, ¿no? —dijo
—Es buena idea —dijo John, bebiendo de su vaso.
—No recuerdo muy bien donde dejamos la conversación el otro día. Recordádmelo, por favor —dije, mirándoles.
—Nos quedamos hablando sobre nuestras experiencias —dijo Claudia —Yo, por ejemplo, recuerdo que la primera vez que hice algo como esto estaba tan nerviosa como tú, Layla.
—No me lo puedo creer —le dije —Si parece que has hecho esto toda tu vida.
Ella se echó a reír
—Créeme, lo estaba.
—¿Y qué hiciste para quitarte los nervios?
—Hablar. Hablar por los codos —rió ella. También mi marido me ayudó mucho, él me ayuda a no ponerme tan nerviosa. Tú puedes apoyarte en él —miró a John
John sonrió un poco y vino a mi lado. Yo estaba sentada en el sofá, blanco, de diseño, enorme y muy ancho, con una extensión de chaise-longue en un lado. Me cogió por la cintura y me acarició. Antes había puesto música, empezó a sonar “Love Like a Man”, de los Ten Years After, una canción que me encanta. No podría haber escogido mejor, el cabrón tiene un gusto exquisito también para la música.
—Qué buena elección —me di la vuelta y le besé en los labios
—¿Sabéis? —dijo ella —Os lo dije el otro día y lo creo de verdad. Tenéis mucha química sexual, se os nota. Y me encantaría verla en acción. ¿Os podré mirar un rato luego?
—Claro que sí —sonrió John, que no dejaba de acariciarme —Me encanta esto que te has puesto —me dijo.
—Y a mí también, te queda increíble —dijo ella.
—Y yo me alegro, lo compré pensando en vosotros —dije, echándole agallas.
Ahora sí, me bebí casi la tercera parte de la copa de un trago. Y sentí como el alcohol me bajaba por la garganta y el corazón no dejaba de latir a toda prisa, pero notaba que los nervios en mi estómago se aplacaban. Estaba con dos personas que me gustaban, sí, ella me gustaba también. No dejaba de ver su mirada color miel recorriéndome y deseándome. John atacó uno de mis puntos débiles, el cuello, retirándome el pelo con la mano y besándome suavemente, luego hizo que me estremeciera cuando sus labios me rozaron la nuca. Gemí un poco.
—Cómo sabes a dónde tienes que ir… —gemí, cerrando los ojos.
—Pues claro que lo sé —me dijo al oído, sin dejar de morderme —Este es uno de sus puntos débiles, se pone fatal —le dijo a Claudia
—Enséñame cómo se pone —dijo ella —Quiero verlo —su mirada, otra vez, me recordaba a la de cualquier hombre que me hubiera mirado con deseo en mi vida.
John continuó besándome el cuello, mientras aflojaba los cordones que apretaban el corsé por detrás.
—Estás preciosa con esto, pero tengo que seguir mostrando tus puntos débiles —estaba apoyada sobre su cuerpo. Hizo que me arqueara un poco más y de esta forma pudo tirar un poco hacia abajo del corsé y que mis tetas asomaran por encima. Los pezones, al rozar la tela, se pusieron muy duros, y más aún cuando él los rozó con los dedos y luego contra la palma de su mano. Luego los apretó algo más fuerte, exactamente como sabe que me encanta que lo haga.
Claudia no me quitaba los ojos de encima. Yo cerré los ojos y gemí un poco, apoyándome más en el pecho de John, mientras le clavaba las uñas ligeramente en la pierna. Entonces sucedió. Cuando abrí los ojos de nuevo, Claudia estaba delante de mí, de rodillas sobre el sofá, mirándome con un deseo increíble, y muy cerca de mis labios. Aquello acabó de encenderme, le devolví la mirada y le dije
—Bésame, vamos —la reté.
—¿Eso quieres? —susurró —No, me vas a besar tú a mí. Si lo estás deseando… —me provocó
—Como quieras —no estaba para tonterías en ese momento.
Me coloqué en la misma postura que ella, de rodillas sobre el sofá. Puse las manos sobre su cintura y, atrayéndola hacia mí, la besé, cerrando los ojos, pero antes de hacerlo pude ver perfectamente su mirada de triunfo y de nuevo, de deseo. Sentí sus labios suaves, otra vez esa sensación, la misma que cuando besé a mi alumna, tan distinta de besar a un hombre, y a la vez excitante, mucho, ya que ella lo hacía muy bien. John no había dejado de acariciarme por detrás, lo hacía a las dos a la vez. Me le podía imaginar mirándonos completamente excitado, lo que me ponía aún peor. Claudia no reaccionó de la misma forma que mi alumna al beso. Sin palabras me pidió más y yo se lo di. No quise analizar nada en ese momento, simplemente me dejé llevar. Me separé un poco de ella y abrí los ojos para verles. La mirada de John era puro fuego y la de ella también. Imagino que la mía no se quedaba atrás.
Me levanté del sofá y fui hacia el dormitorio. Tiene una de las camas más grandes que he visto en mi vida.
—Claudia, ¿me ayudas a volverle loco? No hay cosa que más me guste hacer que desesperarle, y creo que contigo de cómplice va a ser todavía más divertido —le dije.
—Por supuesto que sí —sonrió
(continuará)
Que llegue la III, que llegue la III!!! ;-DCleopatra
A ver si acabo la I y la II.. :DUn besazo, preciosa! 😉
¿Cómo que continuará? Gggrrrr…Eso no se hace, joderSabanapd: voy a tener que registrarme jajaj