Cómo se conocieron Layla y John

Lo empecé a escribir durante el verano de 2004 y está pendiente de finalizar.
Layla cuenta cómo conoció a John en unas jornadas de redes y el inicio de su peculiar amistad.

Creo que tras contar mis experiencias con mis alumnos, debería contar también cómo conocí a John. Lo cierto es que merece la pena recordarlo y ser contado, ya que una amistad como la nuestra no pudo empezar mejor.

Las jornadas eran aburridas a morir. No podían serlo más. Pero la zorra de mi directora de departamento me había dejado bien claro que debía asistir para “mejorar” mi currículum. Y a mi maldita la gracia que me hacia pasar una semana encerrada, porque la asistencia era obligatoria, y el horario, agotador, de 8 a 2 y de 4 a 8. Menos mal que por las noches podría salir y dar una vuelta, o simplemente, ir al cine, ver una buena película y relajarme un poco. Por si acaso, me había llevado un libro bien gordo, aunque, la verdad, es que se quedó en la maleta, durmiendo entre la ropa.

A primera vista me pareció que iba a pasar la semana mas aburrida de mi vida. Qué equivocada estaba…

***

—Llámame cuando llegues, ¿vale?
—Lo haré.
—Y a ver que vas a hacer, ¿eh? No vayas ligando por ahí… —a veces me parece que se da cuenta de todo, pero son cosas mías, la verdad es que no se entera de nada…
—Anda, no digas tonterías – le dije, con tono impaciente, besándole

Aeropuerto de Barajas, 6:50 de la mañana. Esta fue la conversación que tuve con mi marido antes de irme. Lo cierto es que ligar no ligaba, al menos, no lo buscaba. Pero si me salía un plan… no decía que no. El sexo es un deporte tan bueno como cualquier otro. Lo cierto es que yo, en ese momento, no pensaba en sexo, ni en nada que no fueran las puñeteras jornadas esas sobre nuevas tecnologías y una ponencia que tenia que presentar.

Estaba en la sala de embarque ya, leyendo unas notas que llevaba, con un boli y un cuaderno en una mano. Vi a una azafata ir al mostrador, así que me puse en la cola. De pronto, alguien me empujó y casi me tira. Miré con cara de pocos amigos al responsable, un chico moreno, ojos oscuros, perilla bien recortada y cuidada y mirada muy interesante. Pero en ese momento, yo sólo quería matarle. Se disculpó.

—Perdona… es que… yo… siempre llego tarde a todas partes. ¿Han llamado ya para embarcar? Discúlpame, por favor —sus ojos me dieron un repaso completo
—Pues si… un poco mas y pierdes el avión… – le dije, mirándole, seria, pero ahora, fijándome bien en él. La verdad es que estaba muy bueno. Llevaba un maletín con un portátil, igual que yo, el billete en una mano y el móvil en la otra. Vestido con un pantalón de pinzas, que insinuaba unas piernas largas y musculosas y un culo fantástico de color claro, un jersey negro que se le ajustaba lo justo como un guante, y la cazadora, de un tejido fino, en el brazo. Le dije irónica
—Y… ¿siempre vas así de estresado a todas partes?
—Uff… sí, siempre
—Chico, te va a salir una úlcera, relájate… – le dije

Me llegó el turno, le di la tarjeta de embarque a la azafata, una morena pequeña, con un cuerpo lleno de curvas, muy bien acompañada por un compañero rubio también muy guapo. Sonreí a este último, mientras ella me devolvía mi tarjeta y me deseaba un feliz vuelo, o algo así… Avancé por el túnel hasta meterme en el avión y situarme en mi asiento, ventanilla, como me gusta. No iba a darme tiempo a trabajar nada, así que dejé el portátil en el compartimento de encima de los asientos, pero saqué el iPhone, lo puse en “Modo avión”, le conecté los cascos para oír música y cogí el cuaderno y el boli, para repasar la ponencia. Ocupé mi asiento y… de pronto, el estresado se sentó justo a mi lado. En ese momento, sólo deseé que no fuera de los que van moviéndose todo el rato…

—Vaya coincidencia, ¿eh? —me dijo, mientras se acomodaba y dejaba un libro sobre sus rodillas. Miré rápidamente el título: era A sangre fría, de Capote, si señor, muy buena elección.
—Pues si… – le dije, mirándole unos segundos. Con el dedo, fui pasando los discos que tenía en el teléfono y llegué hasta Layla and other assorted love songs de Eric Clapton en su época con los Dominos, posiblemente, el mejor disco de blues de la historia, y uno de mis favoritos. Iba a poner la primera canción cuando él me dijo:
—Dios, no puede ser… – dijo, mirando mi teléfono
—¿Perdona? —le dije, mirándole entre confusa y mosqueada
—No puede ser, ese disco…

Le miré sin entender, mientras no sabia si darle o no a reproducir. Opté por hacerlo, despacio, y mirándole. Dios, qué mirada, sus ojos no dejaban de lanzar chispitas, luego las he visto muchas más veces, pero en ese momento no sabía a qué se debían…

—¿Le pasa algo? ¿O es que lo estabas buscando? – le dije, extrañada
—¿Te gusta Clapton?
—Pues… si, me gusta, mucho
—Ese disco es el mejor… es mi favorito

Irresistible. Guapo, aparentemente inteligente, con mirada interesante, leyendo un buen libro… y, encima, le gustaba Clapton… Demasiado. Pero decidí darle un poco de caña…

—Bueno… es muy conocido. De los más conocidos de él. ¿Por qué te gusta? —le dije, decidida a descubrir si realmente le gustaba o estaba ligando descaradamente conmigo.
—Ese disco es uno de los mejores de la historia, no sólo porque es cojonudo, que lo es, sino por todo lo que le pasó cuando lo compuso. Se nota la pasión en cada nota —me dijo, mirándome a los ojos directamente – Lo que es raro es encontrar una chica que le guste, perdóname, pero me sorprende…
—¿Te sorprende que una mujer tenga buen gusto para la música?
—Reconoce que no es muy frecuente… – vaya por Dios, algún defecto tenía que tener. ¿O lo decía por provocarme?
—Bueno… eso depende, tanto de lo que uno considere buena música… como de la clase de mujeres a las que tú trates –le dije, lanzándole un dardo envenenado
—Siempre eres tan… ¿sarcástica? ¿O debería decir… borde? —me dijo, devolviéndomelo rápidamente
—Algunos dicen, incluso, que un poco cruel —le dije, sosteniendo su mirada
—Soy un poco masoca, me gustan las mujeres crueles… Me llamo –dijo su nombre- Sé que si te molesto mucho, me soltarás otra puñalada de esas, que me dejará hecho polvo, pero… tengo que intentar conocer a una chica con tan buen gusto, porque he visto que tienes también Abraxas, de Santana, y algún otro más que me ha gustado…
—Ya veo que te has fijado en todo…
—¿Puedo saber tu nombre, chica cruel?

Se lo dije, y a continuación, él dijo

—Vale, pero te llamaré Layla —me dijo, mirándome a los ojos, de nuevo. Me estaba seduciendo, y lo hacia bastante bien, he de reconocer…
—¿Si? —le respondí
—Sí, si no te molesta, claro
—En absoluto… ¿por qué me va a molestar que me llames como a una musa? Tú… tú tienes cara de llamarte algo corto y sonoro, un nombre de esos de cine negro, le dije, mirando su libro rápidamente. John, por ejemplo —sonreí, seductora yo también
—Me gusta. Llámame así
—Muy bien, John, encantada
—Lo mismo te digo…

Charlamos todo el vuelo, de muchas cosas. Entre ellas a que nos dedicábamos

—¿Así que das clase?
—Si, en la universidad
—¿Y de qué?
—Informática.
—¿Ah si? –me miró – ¿Hace mucho?
—Hace unos años ya, si… Y tú ¿a que te dedicas?
—Bueno, lo mío es más prosaico… soy programador
—Oh, si… y aburrido. Bueno, eso pienso yo, claro, tu no dirás lo mismo
—Te aseguro que cuando llevo 10 horas currando… si, lo digo… –me dijo, sonriéndome —¿A dónde vas?
—A Barcelona, igual que tú… – le dije riendo
—Ya, pero es algo de trabajo, ¿no?
—¿Por qué supones eso?
—Bueno, a ver… no es que sea muy listo… pero veo un boli y un cuaderno con notas… y además, he visto el portátil antes…
—Qué observador… ¿lo ves? sólo te falta la gabardina y el sombrero… – eso le hizo reír – bueno, vale, te lo diré. Voy a unas jornadas sobre nuevas tecnologías, -le enseñé el programa, en un tríptico que llevaba entre las hojas del cuaderno- a mejorar curriculum, según palabras de mi directora de departamento, que es… lo peor que le puede pasar a alguien en la vida, quiero decir, ella, mi directora y…
—Layla… – me miró a los ojos y otra vez vi esas chispitas…
—¿Si? —esa fue la primera vez que se dirigió a mi por ese nombre, y nunca ha vuelto a llamarme por el mío verdadero, excepto delante de otras personas
—Yo voy a las mismas jornadas…
—Joder… —no me salió nada más
—Y yo que pensaba que iba a aburrirme… – me dijo, mirándome casi pensando en voz alta, y sin poder disimular.

Podría habérselo puesto más fácil, y haberle dicho algo así como “sí, y yo…” pero no lo hice… aún

—No, no lo creo. En Barcelona hay muchas cosas para ver y hacer, ¿no?
—No sólo lo que hay, también lo que llega… – me dijo, sin dejar de mirarme. Me estaba envidando…
—Lo que hay, lo que llega… y lo que se va. ¿Tú vas a presentar alguna ponencia? —le dije, sosteniéndole la mirada ahora. La verdad es que me hubiera gustado susurrarle al oído lo que estaba pensando… a esas alturas, me tenia absolutamente seducida
—Si. Una sobre redes inalámbricas
—¿Tú no eras programador?
—Si, ese es mi trabajo, pero tengo un postgrado en telecomunicaciones
—Qué interesante… le dije, mirándole con intención
—¿El qué?
—El postgrado…
—Ah, creí que decías…

Ahora sí… ya no me aguanté más…

—Tú también eres un chico muy interesante
—¿En serio?
—Yo soy muy sincera… y no bromeo
—Seamos sinceros, entonces… Tú también me pareces muy interesante. Y estamos de viaje, lejos de casa, en unas jornadas que pueden ser aburridas de la muerte, en una ciudad de la que ya he visto casi todo…
—Si… – le clavé la mirada intencionadamente, y él no se arrugó en absoluto…
—¿Si qué? —me miró fijamente, tratando de intimidarme, cosa que no consiguió…
—Que… sí, que yo también conozco Barcelona, y lo he visto casi todo —le dije, seductora, ahora ya sin disimular Y… que si, que me encantará tomarme algo contigo esta noche —me acerqué un momento a su oído – me da igual si es antes o después de pasarme por tu habitación o tú por la mía…

John me miró flipado. Pero encantado, eso si, aunque me dijo

—Además de cruel… eres muy directa, ¿no? —miró rápidamente, de reojo, mi mano derecha

Me reí

—Mira quien habla… el sutil. Estamos de viaje, lejos de casa…
—Me da a mi que eres un chica poco corriente… tú… haces lo quieres con quien quieres, ¿no?
—¿Eso te parece mal? —le dije, mirándole – ¿O sólo te asusta?
—A mi me asustan pocas cosas. Solo digo que no es corriente, como lo del disco de Clapton… Pero si tratas igual a todos… seguro que más de uno sí que ha debido asustarse…
—Y tú has debido llevarte muchos cortes… – le respondí rápidamente
—Si, la verdad es que si. Nunca me había encontrado con alguien como tú. Por lo menos, no tan temprano
—Tan… ¿sincera? O ¿cómo dijiste… directa?
—Directa, si. Sin prejuicios ni paños calientes. A mí, la verdad es que me gustan las mujeres así…
—¿Porque te lo ponen más fácil? – le dije, sonriendo irónica
—Las que me lo ponen fácil no me gustan, prefiero los retos —me miró directamente, sonriendo
—Vaya… entonces no tengo nada que hacer, ¿no? —sostuve esa mirada sin miedo
—Yo no he dicho eso en ningún momento, ¿eh?
—Vale… Bueno, ¿hablamos como las personas civilizadas? —sonreí

Él se rió

—Venga, si, vamos a relajarnos un poco… – yo me reí también…
—Sí… solo hace veinte minutos que nos conocemos, al fin y al cabo…

El resto del viaje hablamos más relajadamente. Aflojé un poco, porque la tensión se estaba haciendo demasiado fuerte entre los dos. Después lo hemos comentado un montón de veces, riendo. Él me dice que en su vida se le habían adelantado de esa forma. Y yo, lo cierto es que no le había entrado tan directamente a nadie, al menos, no en una situación semejante. Sí por la noche, o siguiéndole el rollo a alguien. Pero no de esa forma. Lo cierto es que John me atrajo desde que le vi. Llámese química, llámese atracción, o no sé, fue una combinación de muchas cosas. Me dejé llevar y no me arrepiento.

El avión aterrizó en el aeropuerto de El Prat. Recogimos las maletas y fuimos al hotel compartiendo taxi. Después de registrarnos y de que nos dieran la documentación de las jornadas, subimos en el mismo ascensor hacia las habitaciones a dejar el equipaje. Ahí la tensión si se hizo muy fuerte… El no dejaba de mirarme de reojo y yo lo hacia también, parecía que ahora sí estábamos un poco asustados de que todo hubiera ido tan rápido…

—¿Cual te ha tocado? A mi la 805 —me dijo
—La 801… vaya, en la misma planta

El ascensor se paró en la octava planta. Yo me quedé frente a la puerta de mi habitación, que estaba casi enfrente. La presentación de las jornadas comenzaba en una hora. Y la tensión entre nosotros era… insoportable

—¿Nos… vemos abajo? –le dije

Él sonrió. Irónico, me dijo, sin quitar sus ojos de los míos ni un momento

—¿Tienes miedo de algo?

Metí la tarjeta en la ranura, la saqué y empuje el picaporte de la puerta con decisión pero despacio. Le miré y le dije

—Pasa y comprueba si estoy temblando…

Pasamos los dos, primero yo y luego él. Luego, todo ocurrió muy deprisa. Las maletas, la suya y la mía quedaron en la entrada de la habitación, y sin decir ni una palabra, me empujo un poco contra la pared, besándome de una forma casi violenta. A mi no me importó, lo deseaba, deseaba estar así. Le quité el jersey, sin dejar de besarle. Eran tantas las ganas que teníamos que ha sido el polvo más silencioso y convencional que hemos echado nunca. Lo que no quiere decir que no estuviera bien, que lo estuvo. Me quitó la blusa, desabrochándola deprisa y con habilidad. Luego, el sujetador, tiró de las dos cosas y las dejó caer al suelo.

—No tenemos mucho tiempo… – me susurró
—Pues… no lo perdamos – le bajé los pantalones y los calzoncillos a la vez. Su polla quedó libre y la vi. por primera vez. De un tamaño muy respetable y en ese momento, dura e impaciente. Mientras acababa de quitarle los pantalones, en la postura que estaba, esto es, agachada en el suelo, se la cogí con una mano y se la lamí un poquito, haciéndole gemir, porque no se lo esperaba. Luego me levanté y, cogiéndole de la mano, le llevé hacia la cama.

Él se quedó un momento allí, buscó algo en un bolsillo de su pantalón, que estaba en el suelo, un preservativo.

—Que bien preparado vienes…
—Por si acaso… ya sabes, de viaje, lejos de casa…

Una vez lo tuvo puesto, vino hacia mi. Me acaricio las tetas con las dos manos, luego, las lamió…

—Quiero metértela… ¿me dejas? —me preguntó sin dejar de acariciarme
—¿Cómo que si te dejo? ¿Que pregunta es esa a estas alturas?

Me quitó la falda, luego las bragas negras. Siguió acariciándome, ahora pasando la mano por encima de mi coño…

—Quiero decir… que me encantaría seguir aquí contigo, y hacer que te corras como en tu vida, preciosa… No me gustaría que pensaras que quiero metértela y echarte un polvo rápido sin más… porque no soy así. Y no quiero hacer sólo eso contigo… porque te veo con muchas posibilidades
—¿Posibilidades?
—Si… y créeme, que tengo experiencia
—Se te nota… Pero demuéstramela. Fóllame, ya, no esperes mas…

Tal cual estaba, o sea, sobre mi, me la metió, lentamente. Le rodeé con las piernas, mientras gemía, lo deseaba tanto… La sacó, lentamente, y me miró

—Pídemelo otra vez… me gusta oírte
—Fóllame… rápido, lo necesito…
—Y yo… – me sujetó de pronto las manos y volvió a metérmela, esta vez de golpe. Sin dejar de mirarme siguió moviéndose, cada vez más deprisa, hasta que me corrí. Después, casi a continuación, lo hizo él. No dejó de mirarme a los ojos ni un momento. No es que fuera ni mucho menos, ya lo he dicho antes, el polvo mas glorioso que hemos echado, pero no había mucho tiempo, y los dos estábamos muy ansiosos.

Nos quedamos un momento relajados, mirándonos, y luego nos vestimos corriendo y bajamos a la presentación de las jornadas, por separado, porque él fue a su habitación a dejar la maleta y sus cosas y yo me arreglé un poco.

La presentación duró poco. Ese día aún no empezaban, aunque había un aperitivo y una comida y, claro, había que presentarse y hacer vida social. En la copa previa a la comida, me presentaron a John, formalmente. Le di la mano y le sonreí educadamente y él hizo lo mismo. Sólo que su apretón de manos duró unos segundos más de lo estrictamente necesario y un escalofrío me recorrió la espalda al notar de nuevo el contacto con su piel. Hablamos un poco, de trabajo y unas cuantas cosas más, aún con el que nos había presentado delante.

—Oye, perdonadme un momento, ahora mismo vuelvo, que por fin ha llegado… – alguien cuyo nombre no recuerdo. Miré a John a los ojos, mientras bebía un sorbo de lo que estaba tomando
—¿Más relajado?
—Si, ¿y tú?
—Mucho mejor, gracias… ¿qué día te toca a ti?
—Pasado mañana… a ti al siguiente, ¿no?
—Si, eso es
—¿Haces algo esta noche?
—Había pensado dar una vuelta por ahí y volver no muy tarde
—¿Te puedo acompañar? ¿O te resulto un petardo infumable?
—Puedes acompañarme… en cuanto me resultes eso, te lo haré saber dándote una puñalada de las mías… tranquilo –le dije, irónica
—Te veo luego… a eso de las ocho —me dijo, sonriendo

Después de la comida, al fin, nos dejaron en paz. Subí a mi habitación y me eché un rato, la verdad es que me hacia falta, porque había madrugado mucho y estaba cansada. A las ocho y media, o más tarde, llamaron a la puerta suavemente. Me estaba arreglando, pero estaba visible para abrir, con el tubo de rimel en la mano, eso si. Abrí la puerta, asomándome un poco antes, por si acaso

—Hola. Pasa, estoy enseguida

Él entró y me dedicó una mirada de admiración. Me había lavado el pelo y lo había alisado, me llega más o menos a la mitad de la espalda y es rubio oscuro natural, ayudado por unas mechas. Me había puesto un vestido negro ajustado que llega algo más arriba de la rodilla y botas altas

—Vaya cambio… ganas mucho con el pelo suelto
—Gracias —fui hacia el baño y seguí pintándome las pestañas, tranquilamente. Él se quedó en la puerta y me miraba a través del espejo
—De nada… ¿por qué no lo llevas así siempre?
—No te aburriré con temas femeninos… pero, entre otras cosas, debo dar una imagen profesional y eso…
—Ah, ¿y no se puede ser profesional y llevar el pelo suelto?
—Si, claro, pero, primero es más incomodo, y, segundo, se supone que en clase debo ser… bueno, pues eso…profesional.
—No creo que tus alumnos miren solo tu pelo… Yo desde luego, no lo haría si fuera uno de ellos… – ahora avanzó un par de pasos dentro del baño, me puso las manos en la cintura y me besó el cuello. Me estremecí, el roce de su perilla contra esa zona de mi piel, que es una de las más sensibles de mi cuerpo, hizo que casi se me doblen las rodillas.
—Tú juegas con ventaja… – le dije, casi sin poder disimular las descargas eléctricas que me bajaban por la espalda.
—Eso si, pero a veces es peor imaginar. No sabes lo que he podido pensar desde esta mañana…
—¿Me lo contarás luego? —le dije, dándome media vuelta despacio y dándole un beso en los labios
—Te lo contaría ahora… –
—No… lo harás luego —me volví, le puse las manos en la cintura y le besé en los labios muy suavemente —ahora, me invitarás a una copa…
—¿Eso no se hace para llevar a una chica a la cama? Contigo ya no me hace falta… – me dijo, atrayéndome hacia su cuerpo, cogiéndome por el culo
—Touché —le dije —Acabas de devolverme la puñalada de esta mañana…
—Bueno, no era mi intención, en serio. A veces me paso un poco, si lo hago, me lo dices y ya está…
—Claro, descuida, que lo haré… diciéndote algo peor
—Entonces nos entenderemos de maravilla. —sonrió – ¿Qué te apetece hacer?
—Salir, dar un paseo, tomar una copa y volver pronto… – no quería apalancarme tan pronto…
—Volver pronto, esa es la parte que más me gusta. Seré un caballero y aguantaré como pueda el resto —sonrió
—Más te vale… tú se bueno
—¿Bueno yo? Imposible, va en contra de mi naturaleza – me dijo, riéndose, y besándome de nuevo, cogiendome suavemente por la cintura, apretándome contra su cuerpo —Mmm, mejor lo dejo, porque sé que quieres salir y despejarte un poco, que si no…
—Pues cuando quieras… – le dije cogiendo el bolso y una chaqueta

Entramos en un pub irlandés. Fuimos hacia la barra a pedir las copas, él una cerveza negra y yo mi gin tonic con lima. Hablamos mucho rato, el tiempo se paso volando. Descubrimos que teníamos muchos puntos en común, aparte de gustos musicales, literarios y cinematográficos. La conversación no tardó en derivar hacia derroteros más íntimos, aunque los dos lo habíamos evitado, y fue de una forma directa, por supuesto.

—Bueno, ¿dejarás que ponga solución al polvo lamentable que te he echado esta mañana?
—Tan mal no ha estado, ¿no?
—Es muy mejorable…
—Bueno, eso si
—¿Lo ves? —rió de nuevo- ¿ves? Lamentable…
—No he sido yo quien le ha puesto tal calificativo…
—Se lo pongo yo…Quiero disfrutar de ti, con tiempo. Y tenemos toda la noche.
—Este pub… se esta llenando demasiado, será mejor que nos vayamos al hotel, ¿no? —le dije, mirándole, sonriendo
—Si… se esta poniendo insoportable ya —apuro la ultima calada a un cigarrillo y lo apagó lentamente, mientras expulsaba el humo poniendo la boca de una forma que me dieron ganas de lanzarme sobre él y no dejar de besarle en horas…
—¿Sabes que fumas de una forma muy provocativa? —le dije, sin dejar de mirarle

Él sonrió

—Y tú… bebes de una forma muy sensual —eso me sorprendió
—¿Ah si? ¿Cómo?
—Primero, cómo coges la copa. La sujetas poniendo los dedos así, y tienes las manos muy bonitas y cuidadas, que a mi me encanta, con esa manicura francesa, y luego…cada vez que bebes un sorbo, luego te lames los labios un poquito. Es sólo un segundo, pero lo llevo viendo toda la noche, y estoy fascinado… – realmente, este chico era la reencarnación de Casanova en el siglo XXI…
—Vaya… nunca me había fijado —le sonreí, echando cuentas de cuántas veces habría dicho algo parecido…
—Pero yo sí… Y lo haces… – sonrió. – Y yo… ¿cómo te provoco cuando fumo?
—No creo que sea a mi sola, ¿eh? Y lo sabes muy bien… – le dije, mirándole fijamente
—No, no lo sé. Dímelo. Te juro que no me lo habían dicho nunca —y vi otra vez las chispitas en sus ojos…

Estábamos sentados en una mesa alta, de esas que parecen un barril de cerveza, en unos taburetes bastante incómodos, todo hay que decirlo. Me levanté del mío y me acerqué a él. Olía a gloria, no reconocí el perfume, pero me encantaba.

—Cada vez que le das una calada al cigarro, primero, también te veo la mano, que también tienes muy bien cuidadas, con los dedos alargados y me encantan. Y luego, cuando echas el humo, pones la boca de una forma que a mi me ha provocado…
—¿El qué?
—Ganas de besarte… pero de besarte durante horas…
—Pues hazlo… bésame durante horas. ¿Quieres que lo vuelva a hacer? —fue a coger otro cigarro y a encenderlo, pero le puse la mano sobre la suya para impedírselo…
—No, no te saldría natural… cuando vuelva a verlo, te besaré durante horas, de verdad… – sonreí
—La verdad es que yo tengo unas ganas locas de hacerte muchas cosas durante horas, preciosa…
—¿Cómo qué? –le dije
—¿Lo quieres oír?
—Claro que sí. Cuéntamelo…

Él se acercó a mi oído y empezó a hablarme…

—Quiero follarte, pero no como esta mañana, sino despacio, haciéndote sentir cosas que no has sentido nunca…

Ahora le hablé yo al oído a él…

—¿Y tú cómo sabrías que no las he sentido nunca?
—Sabría sacar de ti lo mejor y lo peor que llevas dentro…
—¿Ah sí?… —le dije. Estábamos muy cerca ahora. Él me puso la mano en la cintura y luego la bajó hasta la cadera, acarició suavemente la curva que va de un sitio al otro y me atrajo hasta él cogiéndome con suavidad, pero firmemente
—Venga, bésame durante horas. Me encantan las mujeres que saben besar bien…
—¿Y yo soy una de ellas?
—Eso si que te lo habrán dicho… Besas de puta madre… pero esta mañana teníamos tanta prisa que no he tenido tiempo de disfrutarlo bien…
—Vale… Si, me lo han dicho, que beso bien y hago otras cosas también bien…
—Qué interesante… – sonrió, y mientras yo le besaba. Tiene unos labios deliciosos, y una lengua fantástica. Me entretuve un buen rato en el beso, jugando y de vez en cuando dándole algún mordisquito suave.
—Joder… es que lo haces muy, muy bien… Como no me lleves al hotel ya… te voy a follar aquí mismo
—No tan deprisa… – me encantó ver el deseo en sus ojos.
—¿Cómo que no? Me tienes fatal, y cuando me pongo así no respondo. Me das un morbazo increíble, hacía tiempo que no me pasaba con nadie…

Me reí

—Claro… – le dije irónica
—Tú ríete si quieres, pero es verdad… No me conoces, pero es que es verdad. A estas alturas, si hubieras sido otra, ya te tendría en el hotel y casi que fumándome el cigarro de después… Pero me intrigas, me… joder, yo que sé, me gustas mucho, tía, mucho…
—¿Sabes qué, morbazo? —sonreí —Vas un poco de sobrado… pero la verdad es que a mi me pasa lo mismo contigo. Nos vamos a ir al hotel ahora, pero te advierto que vas a tardar tiempo en fumarte el cigarro de después…
—No, tranquila, no será como esta mañana. Vamos, acábate eso y camina… o no respondo —sonrió, atrayéndome hacia su cuerpo para besarme, antes de soltarme y dejarme que apurara mi copa.

Fuimos al hotel caminando, porque no estaba demasiado lejos de allí. Yo estaba empapada, la conversación —y él – me habían calentado mucho, y estaba como una olla a presión. Este chico tenía muchas posibilidades, y sospechaba que la noche iba a ser larga y muy interesante. Y así fue…

Llegamos al hotel. Subimos en el ascensor y él me apoyó contra la pared, besándome de nuevo…

—¿Me vas a echar el clásico polvo del ascensor, o qué? – sonreí
—Que va, eso es incomodísimo, tía… Me apetece mucho más otra clase de polvo… más convencional, pero mucho mejor… No me hace falta morbo de más, tú me das muchísimo…
—Vaya, muchas gracias – sonreí, sin dejar de besarle

Llegamos a la planta donde estaban nuestras habitaciones, la octava…

—¿En la tuya, o en la mía? – le dije
—La tuya está más cerca. Te das cuenta de que es la segunda vez que vamos a entrar ahí echando humo?

“Y las que te quedan” – pensé, sin decírselo. Aunque poco después, empecé a no callarme ningún pensamiento con él. Somos muy iguales, y no le molesta que piense casi como él, cosa que no me había pasado aún con ningún tío. Le dí a él la tarjeta para que la metiera en la ranura y empujara el picaporte y la puerta. Cerró y se quitó la chaqueta que llevaba puesta, dejándola sobre un banco que había cerca del baño. Luego me cogió por la cintura, besándome otra vez lentamente, y él se quedó apoyado en la mesa que había enfrente de la cama. Me pidió que me fuera desnudando así, tal como estábamos.

—¿Qué me quito primero? —le dije, mientras él seguía metiéndome mano suavemente – ¿Me lo quitas tú?
—No, tú… El vestido primero. Despacio… así, déjame que vea lo que hay debajo. Dios… que maravilla, ¿ves?, esto no he tenido tiempo de verlo esta mañana… Eres una delicia, me gustas cada vez más…
—Gracias… – le dije, mientras dejaba el vestido sobre el banco donde había dejado él su chaqueta… Me quedé con un conjunto de sujetador y tanga negro con detalles en granate y medias también negras, de liga ancha y las botas—Tú también eres una delicia… y tengo muchas ganas de probarte – sonreí

Él entonces me besó y fue a tumbarse a la cama. Se quitó los zapatos rápidamente y se abrió un poco la camisa, dejándome entrever su pecho, duro, pero sin marcar mucho, y prácticamente sin pelo, justo como me gusta a mi. Se tumbó apoyado en la almohada y un cuadrante de los de adorno de la cama. Cogió un cigarrillo y lo encendió. A mi me acabó de rematar.

Sonreí…

—La vas a liar parda como se ponga en marcha una alarma de esas contra incendios – me reí un poco
—Si… la voy a liar parda, bueno, mejor dicho, la “vamos” a liar parda —dio una calada profunda y luego expulsó el humo lentamente, sin dejar de mirarme – ¿Esto es lo que me decías?
—Si… eso. Antes te ha salido más natural, pero si, es esa forma de poner la boca… esa, esa… – ahora sonreía a la vez y eso ya era irresistible.
—Pues ven… ya puedes besarme durante horas sin cortarte para nada…

Fui hacia la cama por los pies, me puse de rodillas sobre el colchón, y a gatas, fui acercándome a él poco a poco, sin dejar de mirarle a los ojos. Llegué hasta donde estaba, y me quedé de rodillas frente a él, sin quitarme nada de lo que llevaba puesto, excepto las botas, que dejé en el suelo antes de subir a la cama…

—Y lo voy a hacer… Te voy a besar durante horas. Pero ahora, así como estás, me apetece verte bien la polla, y saborearla otra vez, ¿me dejas?
—¿Qué pregunta es esa a estas alturas? —me dijo, sonriéndome, repitiendo la frase que le había dicho yo por la mañana. Se abrió la cremallera del pantalón y se desabrochó el cinturón —Toda tuya, cariño…
—Es una pena, porque me encantas así… Pero si no te quitas los pantalones no voy a poder hacerte bien lo que quiero, así que quítatelos…
—¿Y qué quieres hacerme? –me dijo, con chispitas de curiosidad y excitación en los ojos
—No seas impaciente… Quítatelos…

Me hizo caso, se los quitó y los dejó en el suelo. Así, tal cual estaba, fui a montarme sobre él, poniéndome sólo por encima, aún con las rodillas sobre el colchón. Mis tetas le quedaban justo a la altura de la boca, cosa que aprovechó. Me las cogió, por encima del sujetador, y las acarició. Tengo las tetas muy sensibles, me encanta que me las acaricien durante mucho rato, y si lo hacen bien, casi puedo llegar a correrme. Y él no lo hacía sólo bien, lo hacía de una forma sublime, colosal. Acarició primero por los lados, luego las cogió con las dos manos, después pasó a apretarlas muy ligeramente, luego pasó un dedo por encima del encaje del sujetador y el pezón se puso duro como una piedra… Yo estaba al borde de la locura… No aguanto mucho con alguien que sabe hacer bien eso… Y cuando me caliento me vuelvo un pelín mandona y malhablada…

—Dios, si sigues haciéndome eso tan bien me vas a volver loca… – trataba de contenerme y no hablar mal, sé que hay a quien no le gusta. Pero entonces, me mordió ligeramente un pezón, por encima del sujetador aún, y ya no pude más. Estaba tan mojada que chorreaba, se me salía, y empezó a escurrirse por mi pierna. Él, que lo notó al rozar mi pierna con la suya, me dijo…
—Estás mojadísima, zorra… – eso ya era lo que me faltaba por oír. Normalmente, no me gusta que me llame así cualquiera, pero este chico era el morbo personificado…
—Si, es verdad… pero todo es por tu culpa, cabrón… – le dije, mirándole a los ojos
—No se lo que pensabas hacerme, pero quiero follarte así, y ya…
—¿Ah si? De eso nada, vas a aguantarte
—No lo creo, me tienes cardiaco perdido ya, so puta…
—Y tú a mi medio loca… ¿Dónde coño has aprendido a acariciar unas tetas así? —le provoqué
—Así que te ha gustado eso, ¿eh? Con unas como las tuyas puedo tirarme horas me encantan, las tienes preciosas… Y si me dices que te gusta… tus deseos son órdenes… – le encantó que le dijera lo que quería
—¿Lo harías?
—Sí… pero clávate mi polla, anda. Así lo haré más concentrado…
—Vale… Dejaré lo que tenía pensado hacerte para luego… – Del bolsillo de la camisa, se sacó un condón y me lo dio para que se lo pusiera…
—Si sabes montarme bien… me tendrás ganado para siempre ¿sabes hacerlo bien?
—Dímelo tú ahora… – le puse el condón rápidamente, me quité el tanga y me senté sobre su polla despacio. Subí y bajé un par de veces muy despacio, y luego, empecé a hacer movimientos circulares, moviendo las caderas.
—Joder… ¿y tú donde coño has aprendido a hacer eso? Eres… uffff, sigue, sigue, no pares, no… uf, sí, sí, sí….

No hay cosa que más me ponga en el mundo que la cara de placer de quien está comigo. Y la suya era un auténtico poema, por cierto. Tenía la polla durísima, no podía moverme demasiado deprisa, si quería que durara. Y quería, vaya que si… Así que paré de moverme poco a poco, pero sin dejar de hacerlo, espaciaba los movimientos, mientras le besaba, despacio y recreándome, y él seguía los movimientos de mi cuerpo con las manos sobre mis tetas, las tenía abiertas, haciendo que los pezones rozaran contra las palmas…

—Si sigues así con ellas… uf, sí, sigue así. Apriétalos, no te cortes —él hizo lo que le pedía, me cogió los pezones y los apretó fuerte. Y yo, en ese momento, no aguanté más y me corrí.
—Así, joder. Dios, sí, aprieta fuerte, me estás matando de gusto, cabrón, me corro —me moví deprisa sobre él, arriba y abajo. Él me hizo parar, sonriendo.
—Para… para, que me corro y no quiero todavía… Qué corridita tan rica, ¿eh? Estás más empapada todavía, y quiero saber ya a qué sabes, túmbate y ábrete bien, así, muy bien —empezó a lamer todo lo que salía de mi, sin dejar de mirarme. Esa fue la primera vez que probé su lengua maravillosa
—Te lo has pasado bien, ¿eh? – me dijo, mientras me acariciaba por encima el coño, lubricándome bien el clítoris, por si no lo estaba ya… —Vamos a ver cuantas veces eres capaz de correrte…

Siguió acariciándome por encima. Yo aún me estaba recuperando de la corrida anterior, pero quería más… Necesitaba su polla otra vez…

—¿Quieres verlo? Fóllame, anda… lo necesito…
—No tan deprisa, impaciente… —me dijo, mientras seguía acariciándome, ahora un poco más deprisa, tranquila…
—¿Tranquila? Si tú también lo estás deseando…
—Si… claro que sí, pero antes te voy a probar —se puso encima de mí. Volvió a mis tetas, sin dejar de mirarme…
—Si es que son una maravilla… – lamió un pezón hasta endurecerlo, mientras apretaba el otro entre los dedos, fuerte, y luego cambió al otro. Haciendo eso sólo consiguió encenderme más aún de lo que estaba…
—Me tienes fatal, uff…
—Ya lo se, te dije que iba a sacar lo mejor y también lo peor de ti… —sonrió, levantando la cabeza un momento de donde estaba —Y me encanta —siguió bajando por mi cuerpo, lamiendo y besando el camino que va desde las tetas hasta el pubis. Se puso entre mis piernas y lamió bien mis muslos empapados…
—Dios… joder, cómo te mojas… ¿siempre te pones así?
—Tú haces que me ponga así —estaba empezando a estar ya casi mareada de la excitación…
—Gracias… pero en serio, ¿siempre te mojas así?
—No… no siempre, es que tú me pones muy cachonda –le regalé un poco los oídos
—¿Me lo dices en serio? —me acarició un poco y de repente, me metió dos dedos —No se te ocurra mentirme, ¿eh? —me lo dijo con tono ligeramente autoritario, y me sorprendió la reacción de mi cuerpo a eso.
—¿No lo ves? —cerré los ojos y gemí
—Lo veo, y me encanta -—puso los labios sobre mi clítoris, y lo besó dos o tres veces, luego sacó la lengua y lo lamió, después, lo atrapó entre los labios y luego ya lo lamió bien, con la lengua, haciendo círculos y moviéndola como el demonio. Yo me estaba volviendo loca ya. Sus manos estaban sobre mis tetas y no paraban de acariciarme los pezones, que estaban como piedras, luego los cogió y los apretó fuerte otra vez, igual que había hecho antes… Cuando hizo eso, me corrí intentando no gritar mucho… pero no podía evitarlo…
—Despacio, despacio, joder, así, despacito… Y ahora sí, fóllame, pero bien follada… no me aguanto más, y si no vienes tú… —le dije, encendida
—Tranquila, que te voy a dar lo que quieres, y lo que necesitas —se incorporó y se puso un condón. Me cogió las piernas y las puso sobre sus hombros, besó una de ellas, y luego me metió la polla lentamente, pero de un solo movimiento…
—Uf, sí. Muévete, anda, muévete, fóllame…
—Yo te follo, preciosa, pero quiero correrme contigo encima, como antes, y que me folles tú, que me encanta como lo haces —me dijo, sin dejar de moverse
—Me estás matando de gusto, joder.
—Y tú a mí, no sabes cuánto.

Me folló en esa postura un poco, hasta que se retiró y se sentó como estaba hacía un rato, apoyado en las almohadas. Volví a clavarme su polla y le dije…

—Así que te gusta como me muevo…
—Sí.
—Y a mi verte la cara ¿Cómo quieres? ¿Así? —me moví haciendo círculos, y luego arriba y abajo sobre su polla.
—Uf sí, así, cómo lo haces, joder —me sujetó fuerte por la cintura y las caderas, y no dejaba de mirarme —sí joder, sigue, no pares ahora.
—¿Qué te pasa, te vas a correr? —le dije, provocándole
—Sí —me sujetó por las caderas fuerte e hizo que me moviera más rápido —me corro…
—Así, muy bien —le dije sin dejar de moverme deprisa— dámelo todo.
—Tómalo, tómalo todo —le miré, y me encantó ver su cara cuando se estaba corriendo. Me quedé un momento con su polla dentro, moviéndome muy despacio, y luego me salí de él despacio.
—Qué polvazo —me dijo, aún jadeando
—Me alegra que te haya gustado —le dije, hablándole al oído
—¿Tú crees que sólo me ha gustado? —jadeó
—Bueno, a mí también me ha gustado, mucho… —sonreí
—Algo así me ha parecido notar —sonrió
—Me pones muchísimo.
—Y tú a mí, muchísimo.
—¿Y qué hacemos? —me reí
—Uhm, yo ahora descansar un poco, pero dame un rato y verás
—¿Cuánto rato? —reí. Me cogió otra vez y volvió a besarme
—Qué mala eres. Yo que sé cuanto rato, ya te darás cuenta —se rió – Anda, déjame ir al baño.
—Yo también tengo que ir, pero te espero —le dije, apoyándome sobre un brazo de medio lado en la cama.
—Ven. Así nos damos una ducha ¿quieres?
—Ay, sí. Estoy pegajosa, y no se quien tendrá la culpa de eso – le sonreí

Fuimos al baño. Me recogí el pelo en una coleta, me quité las medias —que aún llevaba puestas —saqué el neceser de mi maleta y cogí el gel, luego abrí el agua de la ducha y dejé que cayera sobre mí. Él vino un poco después, y me abrazó por detrás.

—Hazme sitio, anda —me acarició la piel mojada y me besó el cuello. Ese es mi otro resorte, que no había descubierto aún, hasta ese momento. No puedo evitar estremecerme y gemir cuando alguien me besa el cuello, y si es en la nuca ya me muero. Me rozó con los labios y la perilla.
—Uf —gemí, mientras me bajaba una descarga eléctrica por la espalda.
—Vaya, qué sorpresa. Eres una cajita de sorpresas…
—Bueno, pues ya has descubierto mi secreto. Sigue, no pares…
—No pararía aunque me lo pidieras —me dijo, hablándome al oído…

Siguió besando y mordiendo mi cuello, y yo estaba en el mismo cielo, hasta que me di la vuelta y le besé otra vez. A él parecía que mis besos le gustaban…

—Qué boca tienes, joder —me dijo, tras estar probándola un buen rato
—Y aún no la has probado bien -—le dije
—Un poco esta mañana.
—Bah, eso no es nada
—Me ha parecido que apuntabas maneras. Por eso te he invitado a una copa por la noche, ¿qué te crees? —me dijo, riéndose. Yo entonces, me puse de rodillas delante de su polla. Tenía ganas de comérsela bien.
—Entonces no se qué me vas a pedir mañana —le sonreí
—¿Me la vas a comer ahí?
—Sí, ¿alguna objeción? —le dije, mirándole a los ojos, cogiéndosela con la mano y acariciándole la punta con la mano llena de jabón, para que resbalara mejor.
—Ninguna. Es tuya, así que haz lo que te de la gana con ella —me puso la mano en la cabeza, acariciándome y metiendo los dedos entre el pelo.
—Perfecto, me encanta saberte en mis manos —seguí clavándole la mirada, y empecé a lamerle la punta de la polla despacio, haciendo que rozara sólo con los labios, y luego con la lengua, moviéndola deprisa, luego chupando suave, succionando un poco. A pesar del agua, noté cómo se humedecía y por los movimientos de su mano sobre mi cabeza, que estaba muy caliente, otra vez. Ahora quise jugar a llevarle al límite, cosa que me encanta hacer. Me incorporé, y continué acariciándole con la mano.
—La intuición no me falló esta mañana, no. Joder, Layla, que hace menos de cinco minutos que me he corrido, y me tienes fatal otra vez…
—Estás en plena forma —sonreí, besándole. Anda, sécate y ponte cómodo, que te voy a hacer la mamada de tu vida, le dije, al oído.
—Hace un rato, si me hubieras dicho eso, habría pensado que eres una vacilona, pero voy a hacerte caso —me dijo, cortando el agua y cogiendo una toalla para mí y luego otra para él. Se secó completamente y fue a la cama. Yo hice lo mismo, y fui con él, que no dejaba de mirarme.
—Vaya descubrimiento he hecho en un avión a las 7 de la mañana…
—Cállate y disfruta —le dije, sonriendo, situándome entre sus piernas.

Me había llevado un bote de aceite, me eché un poco en las manos, calentándolo entre las palmas, y luego le cogí la polla con las manos, una por abajo, y la otra por arriba, masajeándole bien, también los huevos, luego fui subiendo la mano hasta la punta de nuevo, haciendo que rozara bien con la palma, resbalando. Quería llevarle a su límite de aguante, que realmente fuera algo increíble para él. Y sé hacerlo, así que me apliqué a ello. Escuchar sus gemidos, y ver su cara de placer me encendió muchísimo.

—Uf, joder —me dijo
—¿Te gusta? —le miré a los ojos mientras le rozaba la polla contra mis tetas, haciendo que resbalara bien
—Me encanta, pero lo que más, ver lo cachonda que te estas poniendo haciéndolo.
—Saber que tengo tu placer en las manos me encanta, ¿sabes?

(continuará)

12 comentarios en “Cómo se conocieron Layla y John

  1. Madre mia, ahora lo normal seria hacer una critica alabando el relato y lo bien que escribes, pero me temo que me voy a saltar la normalidad.Eres mala mala malisima toda una bruja endemoniada, me has puesto la polla dura de principio a fin y ahora no me queda mas remedio que cambiarme el boxer porque lo he ido empapando poco a poco. NO TE LO PERDONO.

  2. Madre mia, ahora lo normal seria hacer una critica alabando el relato y lo bien que escribes, pero me temo que me voy a saltar la normalidad.Eres mala mala malisima toda una bruja endemoniada, me has puesto la polla dura de principio a fin y ahora no me queda mas remedio que cambiarme el boxer porque lo he ido empapando poco a poco. NO TE LO PERDONO.

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