Y aquí está la tercera y, por ahora, última de la serie que escribimos Flakos76 y yo. Esta parte está escrita por mí.
Estaba nervioso. Lo cierto es que lo estaba, desde que la había conocido, todo lo que tenía que ver con ella le provocaba un cosquilleo y por supuesto, una excitación que hacia tiempo no sentía. Se sentía más vivo que nunca. Pero también un poco preocupado. Después de la última vez que la había visto, cuando se había vengado de ella por humillarle de aquella forma tan salvaje, la verdad es que en su interior había un cierto temor. Estaba empezando a conocerla, y sabía que estaría planeando una venganza a la altura de la escenita que le había preparado él. Empezando por la tardanza, la falta de noticias le tenía nervioso. Habían pasado casi dos semanas desde la cita en el sitio más extraño que recordaba haber visto y visitado. Apenas si sabía algo de ella, más que lo estrictamente necesario para saber que estaba viva y seguía interesada en él. Tras el último encuentro, y lo que tardó en responder al último sms pensó que realmente se había excedido y la había perdido…
Pero esa misma tarde, exactamente dos semanas después, había recibido un mensaje. Igual que el suyo, con una dirección, y sin nada más, ni hola, ni besos… Desnudo y frío. El corazón empezó a latirle más fuerte y, como siempre, su entrepierna reaccionó. Una inesperada erección comenzó a crecer dentro de los vaqueros que llevaba.
La cita era a las diez. Como no sabía dónde estaba el sitio, fue en un taxi. Vestido con una camisa y vaqueros negros. Sospechaba que pegaría con el sitio donde tenía que acudir. Según se iba aproximando la hora de la cita se iba atacando más y más… Llegó al lugar de encuentro. Estaba frente a la puerta de un local, negra, con una luz roja sobre el quicio. ¿Pero qué coño era eso? No quiso pensarlo mucho más. Llamó a la puerta con decisión, qué cojones, estaba deseando saber qué le habría preparado.
Una mujer le abrió la puerta. Le sonrió desde dentro de aquel sitio, absolutamente horrible. Decorado de la peor forma posible, con sillones tapizados de tela brillante de color rojo por todas partes, una barra y un pequeño escenario donde había varias chicas realmente espectaculares que bailaban delante de algunos tíos que no dejaban de mirarlas boquiabiertos. ¿Le había citado en un club de alterne? Tenía toda la pinta, desde luego. La mujer que le había abierto la puerta le preguntó si quería tomar algo y él pensó que sí, que lo necesitaba más que nunca. Le pidió un whisky solo con agua. Ella se lo sirvió y cuando él fue a sacar la cartera para pagar, ella negó con la cabeza, al tiempo que sonreía. Esa sonrisa no le gustó, no sabía por qué aquella mujer que no conocía de nada le sonreía de esa manera y le invitaba. Le inquietaba más bien.
Estuvo a punto de preguntar si la había visto por allí, pero no hizo falta. Ella salió de detrás de la barra y le invitó a seguirla. Era una mujer enorme, con muchos kilos de más, y vestida de una forma que realmente no le favorecía nada a sus abundantes carnes. La siguió hasta el fondo de aquel antro de perdición. Ella abrió la puerta de una habitación, sujetó la puerta y le invitó a entrar, mientras ella quedaba fuera. Por un momento, él deseó que se quedara con él, pero eso no sucedió. Cerró la puerta y le dejó allí dentro a oscuras. Completamente a oscuras. Una voz femenina surgió de las tinieblas, pero no la reconoció como la suya. Le dijo, en un tono duro y seco, que se desnudara. Él obedeció despacio. De momento el juego no le desagradaba. Aunque en su mente estaba el acuerdo entre los dos, o mejor dicho, la falta de acuerdo: sin límites, sin normas. Y empezó a acojonarse. Pero continuó quitando botones. Una luz rojiza muy tenue se encendió. Y vio a la que supuso era la mujer que le había hablado. No podía ver muy bien, pero distinguió a una morena llena de deliciosas curvas, no muy alta, que calzaba unas botas negras con plataforma y tacones finos de por lo menos 15 cms. aunque, a pesar de ellos, no llegaba a sobrepasarle. Lo que más le sorprendió fue su atuendo. Llevaba un body, por llamarlo de alguna forma, de vinilo brillante, completamente abierto. Las tetas de la mujer quedaban completamente expuestas. El haberse tomado el whisky que le habían servido casi de un trago le dio las agallas suficientes como para alargar la mano y tocarle una teta a la morena. De repente, notó un golpe en la cara que casi lo tira al suelo. No supo si le hizo más daño el golpe o la humillación. Una puta le acababa de dar tal ostia que estaba notando la cara ardiendo. Y él, en su interior, aún más. Estaba empezando a sentir odio, el odio de siempre más una excitación enorme, la de siempre también. Entonces, la morena le empujo ligeramente hacia atrás. Ya estaba completamente desnudo. Le cogió una mano y la elevó por encima de su cabeza, hasta que tocó algo duro, de madera. Luego, frío metálico en la muñeca, y lo mismo con el otro brazo. Otra vez inmovilizado… La morena sonrió, con una sonrisa extraña y misteriosa. De pronto, se puso muy cerca de él, para hablarle cerca del oído, y al hacerlo, le rozó con las tetas. Entre eso y el calentón que ya tenía, su polla estaba a punto de estallar, a lo que se unió la mano de la chica, que se posó sobre ella, cogiéndosela con la mano.
– ¿Te gustan? – le preguntó, hablándole con un acento de algún país de la Europadel Este, lo que le acojonó un poco más, mirándole a los ojos y rozándole más con las tetas.
– Joder, claro que si – con audacia, añadió – intenté demostrártelo antes, pero te has puesto un poco agresiva.
Otro golpe fue la respuesta a esas palabras. Sólo que esta vez fue completamente por sorpresa… y en los huevos. No muy fuerte, pero lo suficiente como para notarlo y que le picara un poco el golpe…
– No te pongas chulo y muéstrale un poco de respeto a tu ama, o te vas a arrepentir…
Era su voz, saliendo de alguna parte.
– ¿Ama?
– Veo que el calentón que llevas no te ha afectado al oído. Sí, has entendido bien: ama – seguía sin verla…
– ¿Dónde estás, zorra? – preguntó, aunque sospechaba que esas palabras le iban a traer consecuencias algo dolorosas no pudo evitar pronunciarlas. Efectivamente, la morena, que ahora tenía una fusta en la mano, le dio otro golpe seco en los huevos, rápido y certero, al igual que antes, no excesivamente doloroso, pero lo suficientemente humillante como para que su odio – y su excitación- crecieran, muy a su pesar. Sin poderlo evitar, y arrepintiéndose según iba hablando, dijo
– Puta… eres una puta, lo sabes, ¿verdad? – sus palabras iban dirigidas a ella, aunque se las estaba diciendo a la morena
Cayó otro golpe más, algo más fuerte que los anteriores…
– Y tú un cabrón, y también lo sabes, ¿verdad? – la escuchó decir. Ahora si la vio. Su atuendo era similar al de la morena, sólo que ella era bastante más alta y con su pelo rubio ondulado cayéndole sobre los hombros, rozándole casi las tetas.
Estaba preciosa así, se moría de ganas de tocarla, bueno, a las dos, que coño, tal como estaba en ese momento, se las podría haber follado a las dos muy a gusto. La miró de nuevo. Llevaba un corsé de cuero negro que dejaba sus tetas a la vista, y además las elevaba de una forma muy provocativa, complementado con unos guantes, también de cuero negro, que le llegaban hasta más arriba del codo, medias y botas negras que le llegaban a la mitad del muslo y que tenían unos tacones inverosímiles. El culo adornado por un tanga negro del mismo material que el corsé, pequeño y pegado a su piel. Si hubiera podido se lo hubiera arrancado… todo. Tal era el odio que sentía, y las ganas que le tenía. Se revolvió en sus ataduras. Ella se acercó a donde estaba y le miró con una sonrisa triunfante. Él no se dejó impresionar. Aún atado y en la posición que se encontraba, y sabiéndola muy capaz de hacer cualquier cosa, sacó agallas para decirle:
– No te haces una idea de las ganas que te tengo ¿sabes? Cuando me desates te vas a enterar…
Ella ni se inmutó. Sonrió un poco cuando le dijo
– ¿Y quien te ha dicho que te voy a desatar? Incluso podría dejar que te fueras así, como estás, sin dejar que te corras…
– Eso… va a ser muy difícil… ya te lo digo yo… – le dijo, con tono tenso
– Si no puedes tocarte, ni te toca nadie… – le rozó ligeramente la polla con la mano enguantada. Casi le dolía de lo dura que la tenía…
– Pero no harás eso, ¿verdad? Porque sabes que la siguiente vez…
– ¿Qué? – le retó con la voz y con los ojos
– La siguiente vez… te lo haría pagar muy caro, y ya sabes que no me ando con tonterías…
– Ni yo tampoco – dejó de acariciarle y fue hacia la morena, que seguía allí, aunque en segundo plano. Le dijo algo al oído y ella asintió. Luego salió por la puerta. Se quedaron allí solos un momento, ella se quedó con la fusta en la mano. Le acarició lentamente todo el cuerpo con ella. Cada vez que el cuero le rozaba, se estremecía y le parecía que el corazón se le saldría del pecho. Y la polla ya no sabía si la tenía o no. La notaba dolorosamente viva. Continuó recorriendo su cuerpo lentamente, los hombros, los pezones, las caderas, las piernas, la cara interna de los muslos. Esperaba el golpe en cualquier momento y cualquier sitio. El cuero le rozó la polla y ella, sin dejar de mirarle a los ojos, ensayó un fustazo, como si fuera una caricia. Se quejó un poco. Eso si que no se lo esperaba…
– No te pases – susurró
– Sin límites, ¿recuerdas? –le dio un par de fustazos en los pezones
– Si… – joder, si, claro que lo recordaba. Notó otro en el muslo, y luego otro, casi seguido, y después, otro más un poco más fuerte directamente en la polla. Se quejó, pero le dio igual. Le cayeron otros dos, uno detrás del otro, y nada suaves.
Dio las gracias a todos los dioses. La puerta se abrió y apareció de nuevo la morena, solo que esta vez iba acompañada. Y los golpes pararon. Su polla reaccionaba, como siempre, de manera contradictoria: a pesar del dolor allí estaba, apuntando al cielo, y con ganas de que le prestara un poco de atención…
Venía con dos tíos. Jóvenes, rondando la treintena, y exactamente del gusto de ella: morenos, con el cuerpo marcado lo justo y bronceados ligeramente. Se preguntó de donde habrían salido esos dos cabrones y qué papel tendrían en aquella fiesta… Ella sonrió. Iban prácticamente desnudos, a excepción de un collar de perro que llevaba cada unos de ellos en el cuello. Iban con la mirada baja. No parecían muy peligrosos, la verdad, aunque la polla de uno de ellos era enorme, incluso en el estado de semi erección en el que estaba. Entre los dos colocaron en el centro de la habitación una especie de banco, como si fuera una camilla de dar masajes. Uno de ellos la ayudó a subirse a ella, quedando con las piernas abiertas delante de él. Podía verlo todo tan bien… El chico, el que tenía la polla normal, se arrodilló entre sus piernas y empezó a lamerla. Mientras, el otro, desde atrás, le acariciaba las tetas y dejaba que se apoyara en su cuerpo. Debía de estar haciéndolo muy bien, el cabrón de él, porque no tardó en oírla exigir…
– Así.. aprieta fuerte, y tú, sigue comiéndome… – lo dijo mientras le miraba a los ojos directamente. Con esa cara de viciosa que se le pone y que él le mata ver. Si alguien le hubiera rozado en ese instante se hubiera corrido. Pero no, la que se corrió fue ella, entre gritos. Y su cara seguía igual… o peor. Se incorporó y fue hacia él a decirle…
– Ahora vas a ver cómo me follo a estos dos hijos de puta…
Ella cogió de la mano al chico que acababa de comerle el coño, el de la polla menos grande – porque pequeña tampoco era – y le indicó que se quedara de pie a su lado. Al de la polla grande le ordenó que se sentara en el banco. En todo su esplendor, hasta daba un poco de miedo… Se colocó a horcajadas sobre él, pero no mirándole a la cara, sino de forma que él mismo podía ver perfectamente toda la jugada, cómo se metía su polla y él la cogía por las caderas. Lo que estaba deseando hacer… y tenía que verlo en vivo y en directo… Pero la cosa no había hecho más que empezar: mientras el de la polla enorme le taladraba el coño, ella cogió la polla del otro y empezó a chupársela, cuidando en todo momento que no se perdiera detalle. Se la chupaba y le pajeaba tan bien como sabía hacerlo, y aquel cabrón estaba encantadísimo, claro. Y él casi fuera de si, entre las ganas que tenía de correrse y ver todo aquello. Su orgasmo no debía de estar muy lejano, por lo que parecía, pero se levantó y fue hacia donde estaba inmovilizado.
– ¿Te ha gustado, cabrón? ¿Ver cómo estoy con dos tíos? Dime… ¿qué quieres tú ahora?
– Llenarte de leche por todas partes, puta – le dijo él, con un tono que ni él mismo reconoció como propio…
– Así que quieres eso, ¿no? – sonrió- ¿darnos tu leche?
Había escuchado bien, si. “Darnos”. En plural…
– No…
– Tú te acuerdas que hace dos semanas una tía con polla me dio por culo mientras tú me follabas, ¿verdad? – sonrió irónica, o más bien, sarcástica- Pues claro que sí…
Ante una indicación de ella, el de la polla menos grande se quedó arrodillado frente a su polla, que ni con eso se arrugó. Ella se situó al otro lado. Y el de la polla grande, se le colocó detrás, para seguir follándola. Se la metió de una vez, y mientras, el otro le agarró la polla con la mano y mientras le pajeaba despacio la chupaba despacio. Luego ella hizo lo mismo, y en un momento dado, los dos estaban chupándosela y besándose. No aguantó más, y anunció que se corría, mientras ella hacía lo mismo por las embestidas que le estaban dando desde atrás. Su leche les cayó a los dos en la boca y a ella un poco sobre las tetas. El otro chico continuó un rato dejándosela limpia. Ella le detuvo y le dio permiso para correrse, lo que hizo cogiéndose la polla y pajeándose. Les dio un largo beso a los dos, y a él le dejó allí, atado como estaba. Sonrió mientras se daba media vuelta y salía con ellos y me decía:
– En un rato vendrá alguien a soltarte. Ah, y por cierto, te toca, cielo – me dijo sonriendo con su cara de no haber roto un plato en su vida, mientras se alejaba…
Lo he vuelto a hacer, otra vez me los he leido todos seguidos :-(Otra noche sin dormir Atenea
¿Y lo que me gusta que te desveles por mi culpa? (me falta un icono de un diablillo).Muakss!
Caliente es decir poco. Buffff!
;-)Ojo, que quema… Gracias por pasar a verme!!
No me pierdo ninguno 😉