Como prometí, voy a desarrollar uno de los “garbanzos” que aparté del potaje en la última entrada sobre la D/s. Tema controvertido y polémico, con posturas enfrentadas e irreconciliables, aunque también hay una amplia gama de grises entre ellas. Y no es otro que la K, el ‘kink‘, o las actividades sexuales no convencionales.
Habíamos quedado que las siglas BDSM significan Bondage, Dominación, Sumisión/Sadismo y Masoquismo. Esto es, que –supuestamente– para ser practicante de BDSM habría que hacer alguna de estas cosas. Por ejemplo, dentro del Bondage entrarían todas aquellas prácticas que consisten en restringir los movimientos, con cuerdas, cadenas, esposas, bridas, cintas, etc. Dentro de la Dominación, todas aquellas actividades que requieren que una persona ceda su voluntad y obedezca las órdenes o cumpla los deseos de otra, en las que se pacten, sean o no de carácter sexual. Ejemplos de actividades no sexuales que suelen consensuarse en relaciones D/s podrían ser arreglarse de una determinada manera, llevar (o no) determinadas prendas o tener ciertos hábitos (estudiar, dieta saludable, hacer ejercicio, leer…) La S, que se refiere tanto a Sumisión como a Sadismo, incluiría, en el primer caso, todas aquellas actividades en las que una persona cede su voluntad a otra persona y obedece sus requerimientos en aquellas cosas que previamente han pactado. El Sadismo sería infligir dolor a otra persona y disfrutar tanto del mero hecho de hacerlo como de la expresión del mismo. Se consigue, por ejemplo, con el spank (golpear diferentes partes del cuerpo con instrumentos apropiados, pero sobre todo en las nalgas), pinzar o simular prácticas médicas que resultan dolorosas. La M, el Masoquismo sería disfrutar del dolor de las prácticas de la S. Es muy importante recalcar y volver a repetir que todas estas cosas han de estar pactadas y consensuadas para que se considere BDSM, ya que si no estaríamos hablando de maltrato o abuso.
Bien, pues ya estaría. Y algunos de vosotros y vosotras estaréis pensando: vale, seisCuerdas, pero en esas siglas que has mencionado, no has incluido el fetichismo (vestirse o llevar prendas de determinados materiales, como cuero o látex, por ejemplo) O el sexo convencional (el follar de toda la vida) O el no convencional (tener sexo con más de una persona a la vez, por ejemplo) En inglés, a las actividades sexuales no convencionales se las denomina ‘kink‘, y a las personas que las practican, ‘kinksters‘ Y desde hace unos cuantos años se vienen alzando voces que piden que se incluya una quinta letra en las siglas BDSM, la K de ‘Kink‘, porque es cierto que, de otra forma, cosas que se asocian de manera inmediata al BDSM, como el fetichismo, quedarían fuera, en teoría. Digo en teoría porque a la hora de la verdad, los practicantes de BDSM hacemos las cosas como nos gusta a cada unx. Sin la ‘K’, muchas prácticas asociadas a la dominación femenina, o ‘femdom‘, quedarían fuera del BDSM. La humillación también quedaría fuera, si nos ponemos puristas, y es una de las cosas que más (nos) gusta hacer a muchas personas.
Si bien yo defiendo que la K del BDSM existe y se merece su lugar y reconocimiento, también creo que no toda actividad o práctica no convencional cabe dentro, como si fuera un cajón de sastre. O al menos, no sin un contexto que esté dentro de las siglas iniciales. Por poner un ejemplo bastante asquerosito, pero que va a quedar muy claro: el ‘scat‘ (jugar con las deposiciones) no estaría incluido por sí mismo, pero si alguien le añade un componente D y ordena a otra persona que lo haga, la cosa cambia. Pasaría lo mismo con casi todas las actividades sexuales no convencionales. Solo hay que buscarles el contexto dentro de las siglas para que tenga sentido dentro del BDSM.
Decía en la introducción que es un asunto controvertido y polémico, porque por un lado está la postura que defiende que BDSM es única y exclusivamente lo que se incluye en sus cuatro letras, sexo no incluido –y de ahí la famosa máxima que afirma “en el BDSM no se folla” que todxs hemos escuchado más de una y más de dos veces– y por otro, la que dice que «todo el monte es orégano» y cualquier práctica no convencional entra dentro del BDSM, tenga o no tenga contexto en sus siglas. Y yo creo que ni una ni otra tienen el más mínimo sentido. En primer lugar, el BDSM es, en su mayor parte, sexo. La motivación por la que lo hacemos es sexual, hacer BDSM nos gusta y nos produce excitación. Siempre que digo esto en alguna tertulia o en redes sociales sale alguien que me dice “bueno, pero es que el BDSM también es una forma de sentir”. Y estoy de acuerdo, pero en realidad lo hacemos porque esas emociones nos hacen sentir… excitación sexual, de una forma u otra. Pensadlo bien y veréis que tengo razón. Siempre la tengo 😝
Así pues, la K del BDSM es necesaria, pero dentro del contexto de sus siglas. No por sí sola. Y las actividades ‘kinkys‘ son igualmente respetables por sí solas, no todo tiene que gustar, pero lo que sí debemos hacer es respetar lo que les guste a otras personas, por poco agradable o incluso repulsivo que nos pueda resultar a nosotrxs. Si queremos ser respetados, tenemos que aceptar que los demás pueden tener gustos distintos a los nuestros. Algo sencillo y que haríamos bien en tener presente siempre.