Mus

Escrito en mayo de 2012.
Ha sido un placer escribir contigo, Lady 😉
Mi parte se la dedico a mi vecino Antonio, que está muy perdido, pero tengo ganas de volver a coincidir con él en el descansillo…

En rojo seisCuerdas
En verde LadyLazy 

Irene
La típica tarde tonta de primavera tardía, esas en las que el calor empieza a apretar y no sabes qué ponerte porque aún tienes ropa de invierno en el armario. Jueves tarde, fiesta al día siguiente, toda la noche por delante, y ninguna gana de quedarme en casa.
En un momento, la pantalla de mi móvil se cubrió de whatsapps con distintas ofertas. Una de ellas me gustó, sonreí, y contesté. Y sin dejar de sonreír, busqué a Vero para mandarle yo uno a ella:
–    Vienes a casa a cenar, y luego a  tomar algo?
Ella no tardó ni 5 minutos en contestarme que estaría a las 22:00 en mi casa. Yo le respondí que no tardara, que tenía unas ganas locas de salir por ahí  y ella me dijo, bromeando, que qué me pasaba, que si tenía ganas de cachondeo, a lo que yo le respondí que todas las del mundo o más.
Mientras llegaba Vero, me duché y comencé a elegir la ropa que me iba a poner. Como hacía mucho calor, busqué en el armario un vestido de verano de tirantes finos, escote bastante profundo y corto por encima de la rodilla negro y unas sandalias de tacón alto. Aún tenía el pelo un poco mojado, y estaba envuelta en la toalla húmeda.
Iba a ir al cajón de la ropa interior a escoger la que me iba a poner, y tenía en mente algo de color negro, al igual que el vestido cuando sonó el timbre de la puerta. ¿Quién coño sería a esas horas? Joder, que inoportuno… Fui a ver quien llamaba, miré por la mirilla y vi en el descansillo a mi vecino Antonio, un tipo agradable y educado, que está tremendo, con el que tengo animadas conversaciones en el ascensor y en el pasillo cuando a veces me ayuda a meter la compra en casa. La idea de abrirle la puerta en toalla me daba algo de vergüenza, pero también me producía algo de calor entre las piernas. Abrí despacio, sujetándome la toalla con la mano…
–    ¡Hola! – me saludó
–    ¿Qué tal, vecino? – le respondí yo. Por un lado, me venía bastante mal que viniera justo en ese momento, pero por otra parte, no podía dejar de mirarle. Lo cierto es que está para hacerle un favor – o dos-
–    No te lo vas a creer, pero acabo de venir del gimnasio y… – sus ojos no se despegaban de la toalla, de mi mano y de mi mirada…
–    Y… – le devolví la mirada. No tendria que haberle seguido el rollo, pero alli estaba yo…
–    Y me iba a duchar y no tengo agua. He llamado a Averías y me han dicho que hay para largo.
–    Qué raro, yo me acabo de duchar…
–    No, es que es la mía sólo
–    Ah vale – vaya excusa más peregrina. Pero…¿para que? – ¿Y quieres que te la preste?
–    Me harías un favor enorme, vecina – “pues claro que te hacía el favor”, pensé yo.
–    Para eso estamos, hombre. Pasa – le dije
–    Me he traído una toalla y demás, no te preocupes por eso. No quiero molestarte más de lo necesario.
–    Tú tranquilo. No te vayas a asustar, me acabo de duchar yo también, como habrás podido comprobar… – le dije, mirándole otra vez
–    Si, ya veo…
–    Pues…
Ahí hubo dos segundos en los que nos quedamos dudando, yo de acercarme más a él y él de avanzar por mi pasillo hacia el baño. Se quedó clavado en el suelo, y fue a aproximarse más a mí, pero yo di un pequeño paso para esquivarle discretamente. “¿Así que esas tenemos? Pues no va a ser tan fácil”, pensé.
–    El baño está dentro de mi dormitorio, bueno, qué tontería, en tu casa también, ¿no? Te dejo, yo estaré en el salón, si necesitas algo.
–    Vale, gracias – en su mirada había algo, un brillo de excitación, que casi me hizo sonreír y descubrir mi jugada, pero no. Quería jugar, ¿no? Pues iba a tener juego, y del bueno…
Fui al salón, me senté en el sofá, cogí mi móvil y puse a Vero sobre aviso de la situación:
“Vero, vente preparada para jugar fuerte” 
Antonio
El agua caía lentamente sobre mis hombros, doloridos de las pesas que ese día había hecho en el gimnasio. Notaba mis músculos tensarse con cada movimiento de los brazos, extendiendo el jabón, retirándolo. Las perspectivas de esa noche no podían ser mejores: había jugado a grande y en el envite, creía llevar 4 reyes. “Esta noche cae Irene por mis cojones, aunque tenga que follármela a la fuerza. Y me da que no haría ascos, la muy puta, tiene cara de golfa cuando me mira”. Menuda erección tenía ya… es que me reventaba la polla sólo de pensar en tirármela, agarrándola fuerte del pelo, inmovilizándola, para que se le quitaran las ganas de jugar cada vez que nos veíamos por el bloque.
Salí de la ducha y me puse los vaqueros que llevaba y una camisa azul clarita entallada, sin ropa interior. Las zapatillas completaron el look, que acompañé con un golpe de colonia y mi pelo despeinado y húmedo. El espejo me devolvió un ok gigante. “Esta noche va a ser memorable”
Salí del baño con la ropa en una bolsa y las gotas de agua todavía cayendo de mi pelo. Y de repente, la sorpresa. No sé en qué momento la tía buena de mi vecina se había convertido en 2. “Joder, qué suerte!! Es que encima la otra está follable del todo, qué morbazo!!” Ahora ya no podía contener a mi polla, que iba por libre suelta como estaba dentro de los pantalones.
– ¿Ya estás listo? –me dijo Irene – Mira, te presento a mi amiga Vero. Ha venido a picar algo conmigo y pretendíamos beber también un poco. Te apuntas? 
“Cómo no, joder” pensé. Menudo planazo. Sólo de pensar en esos 2 pivones de rodillas comiéndome la polla a mi antojo me ponía malo. “No puedes poner el piloto automático todavía, aún no”.
– Si no os importa…. La verdad es que no tenía plan y no me puede parecer uno mejor que estar aquí tan bien acompañado-
La comida y la bebida, sobre todo la bebida, empezaron a correr en un momento. Procuré no beber mucho, pues quería disfrutar plenamente de lo que se avecinaba. Las iba a someter a mis deseos y ellas iban a estar encantadas de que así fuera, lo veía, lo intuía. Y les propuse jugar… porque sabía que era mano, que (la) llevaba grande y (ellas y yo éramos buenos) pares y el juego admitía un órdago (a mi favor). Así que corté el mus por la mano y me dispuse a envidar.
– Os apetece jugar a un juego?- les dije, consciente de mis posibilidades. –Tengo uno muy bueno…. Ponemos canciones en el Spotify y hay que adivinar canción y grupo. Si se adivina, pide prenda el adivinador. Si no, el que ha puesto la canción- (con mis conocimientos musicales, lo tenía hecho) Y ella, para mi sorpresa, accedieron.
Vero
A este machito le íbamos a poner en órbita. Irene y yo nos miramos cándidamente, con una mirada cargada de significado para nosotras.
-Dale. Juguemos. Empiezo yo, que tengo una canción que no se me va de la cabeza. Para Antonio- y puse “Nothing Else Matters”. Obvio, perdí y me tuve que quitar la blusa. Antonio eligió una canción completamente desconocida, como ya esperábamos que hiciera, así que Irene se deshizo de sus sandalias. 20 minutos más tarde, el juego iba según lo previsto, nosotras sólo en tanga y Antonio prácticamente vestido. En la última jugada, Irene estaba completamente desnuda y me tocaba a mi poner canción. Ricé el rizo…. “One Life “ de Epicure y Antonio perdió. Y siguió perdiendo, una y otra vez….
Su cara era un poema. 15 minutos más tarde estaba tan desnudo como Irene y completamente desconcertado. Y yo, con mi tanga negro, me quise cobrar mi última prenda.
–  Uy, Antonio, con lo bien que ibas….. Ahora estás a mi merced, así que estoy pensando que te voy a atar a esa silla, para que disfrutes de lo que has perdido esta noche.
Antonio estaba que no daba crédito. Entre Irene y yo le atamos a una silla, bajamos las luces y nos olvidamos de él.
–  ¿Ves, amiga? Al final, le cazamos.  ¿Le hacemos sufrir? – y ahí empezó el verdadero juego… Antonio había ido de farol y habíamos ganado el mus en la última mano, con un órdago al juego que con 31 era difícil de perder.
Irene y yo, divertidas, empezamos a acariciarnos en el sofá. La excitación no tardó en aparecer…Las manos expertas de Irene acariciaron mis costados y yo me eché hacia atrás para que me besara el cuello, con sus besos húmedos y calientes. Le agarré el trasero y la atraje hacia mi, quedándonos frente a frente. La mirada en ambas era febril. No podía esperar a besarla y cuando lo hice, la urgencia de mi deseo se completó con la suya. Cuando metí mi mano entre sus piernas y descubrí que estaba empapada le sonreí y miré a Antonio, que tenía una tremenda erección y luchaba por soltarse de sus ataduras. Masturbé a Irene con maestría y ella, como siempre hacía, jadeó para mi. Se dejó reclinar en el sofá para que accediera a su coño con mi ávida lengua y me esmeré como nunca, tanto, que se corrió en seguida llamándome cabrona.
Me levante y, mirando a Antonio, limpié mi boca llena de los jugos de Irene con el dorso de mi mano. Mi cara de puta le dejó clavado más de lo que estaba y empezó a jadear. Me acerque lentamente hacia él, sin dejar entrever mis intenciones. Acaricié su brazo con un dedo, subiendo hasta su hombro. Cuando llegué a la nuca, le agarré fuerte del pelo y, desde detrás, incliné su cabeza a un lado para que me dejara morderle el cuello, como si de una vampiresa se tratara. Y le susurré: “ Y ahora? Ahora qué, mi querido Antonio? Quieres seguir jugando? No tienes muchas opciones, pues estás en nuestras manos… y me voy a cobrar la prenda. No lo sabes tú bien”. Él gimió profundamente, presa de una violenta excitación.
Irene, que sabía jugar al juego mejor que nadie, se acercó a Antonio y, arrodillada, empezó a comerle la polla. Mientras, yo tenía su cabeza echada hacia atrás, agarrado del pelo y le iba diciendo: “como salga un solo ruido de tu boca, le digo que pare… No querrás que eso pase?” Antonio estaba en trance y no podía ni hablar. “Así me gusta, mi juguete, mi cazador cazado….” Y justo en ese momento, Antonio le llenó la boca de semen espeso y caliente a Irene.
Era nuestro juego, así que me coloqué frente a Antonio e Irene, que me conoce, me besó profundamente compartiendo conmigo la leche que acababa de recibir en su boca y que guardaba para mi. Nos devoramos mientras tragábamos todo, sedientas, y escurría una parte por nuestras comisuras, resbalando hasta los pechos, que pellizcamos ansiosas.
Cuando me giré para mirar a Antonio, no me sorprendió verle empalmado de nuevo. Me llevé el dedo índice a los labios, para mandarle callar con un “sshhhh” y con mi cara de zorra. Él no dijo nada, no podía decirlo aunque quisiera, estaba completamente estupefacto y cachondo.
Antonio
“¡La hostia puta con las dos crías!” – pensé. Me habían ganado de farol y en mi propio terreno!!! Estaba cachondísimo, tanto, que haría lo que me pidieran. Así que cuando Vero se levantó y, desatándome, me dijo que el juego no había hecho más que empezar, supe que había vuelto a perder, pero esta vez no me importó lo más mínimo. “menuda noche!!!” iba pensando, mientras seguía a las dos mujeres desnudas al dormitorio.
 

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