Escrito en enero de 2012
Muchas gracias por la inspiración, Valmont 😉
El móvil sobre la mesa, zumbó una vez más. En la pantalla, su nombre, y un mensaje:
“Me encanta saber que no sabes si lo que te estoy diciendo es verdad o no…”
Y en realidad, no, no lo sabía. No sabía si me estaba vacilando, como suele hacer, o bien simplemente jugando conmigo, cosa que también le gusta hacer, jugar al límite, y, prácticamente la totalidad de las veces, dejarme con las ganas. Le respondí:
“Estoy casi segura de que no. Pero no puedo estarlo del todo, contigo nunca se sabe”
Aburrimiento total en aquella tarde en que el calor se acumulaba en la oficina y poco a poco también en mi cuerpo…
“Intento imaginarme cómo estás” – le escribí
“En una reunión” – me respondió
Sonreí. Le imaginaba intentando concentrar la atención en lo que estuviera haciendo, y disimulando, pero sintiéndose igual de excitado que yo.
“¿Ah si? ¿Entonces debo dejar de calentarte?
“Ni se te ocurra. Sigue”
“Aunque me hubieras dicho que parara, ¿crees que lo hubiera hecho?
“No, creo que no”
“Así que estás ligando con la que tienes enfrente de ti, ¿verdad? Imagino que mirándola de esa forma…”
“Si. Son una pareja”.
“Qué interesante. ¿Posibilidades?”
“Alguna, si”.
“Concentra todas tus habilidades, Valmont”
Así suelo referirme a él, cuando está tratando de seducir a alguien, jugando, como hacía el personaje de “Las Amistades Peligrosas”
“Y si pican, ¿qué?”
“Tú mismo. Sólo o conmigo, lo que más te apetezca”
Tardó un rato largo en responder, tras esta última frase mía…
“Estoy un poco flipado. Me acaban de decir que sí, que quieren…”
“¿Contigo sólo? ¡Qué cabrón!, ¿me vas a dejar así?”
“Si es que… ¡es su primera vez!”
“Lo que daría por verlo…”
“Verlo no sé… Escucharlo, ¿quieres?
“Qué remedio…”
“Tendrás noticias”
Pasó el tiempo. Bastante, lo suficiente como para que yo llegara a casa, incluso. Estaba relajada, viendo las noticias, cuando el móvil sonó y en la pantalla apareció su nombre. Sonreí, y pasé el dedo por ella para descolgar. Sin decir ni una palabra, escuché atenta a lo que iba a suceder a continuación. Silencié la TV y puse el altavoz del teléfono. Cerré los ojos y traté de imaginarme la situación, a él, y a esa forma que tiene de mirar, que dice tantas cosas, sin necesidad de hablar.
Escuché gemidos femeninos, agudos. Imaginé a una mujer, que no sabía ni cómo era, y a él acariciándole las tetas mientras la miraba a los ojos, cómo me gusta que haga conmigo, imaginaba cómo su pareja la follaba por detrás, mientras él escuchaba, conmigo, los gritos de placer de ella. Le imaginaba doblemente excitado, sabiéndome a mi caliente, aunque ciertamente frustrada por perderme parte de las sensaciones.
Llevé la mano a mi sexo y empecé a acariciarme también, aunque yo no podía gemir, para no descubrirme. Ahora imaginé que ella se ponía a cuatro patas y se metía su polla en la boca, mientras su pareja seguía follándola, y yo clavaba, en la lejanía, mi mirada en la suya, trataba de recordarla, y concentrarme en los gemidos que escuchaba, pude identificar alguno que me sonó como suyo, y finalmente, un grito de ella donde anunciaba su orgasmo.
Imaginé ahora cómo su pareja y él se preparaban para tener el suyo, las manos de su pareja sujetándola fuerte por las caderas y moviéndose rápido dentro de ella, mientras él la miraba a los ojos y se corría sobre sus tetas, mientras yo llegaba a mi orgasmo. Los gritos que se oían por el altavoz me indicaron que algo así podía estar sucediendo al otro lado. Me corrí silenciosa – ¡y bien que me costó!- y cuando terminé de hacerlo, la llamada se había cortado. Aproveché entonces para mandarle otro mensaje…
“Muy bien. Pero ya puedes venir para dejarme bien limpia, y no dejar ni gota. Me lo debes, por estar toda la tarde poniéndome cachonda, ¿no te parece?”
No es muy dado a recibir órdenes, más bien al contrario. Pero al rato, recibí otra llamada suya, una perdida. Me asomé a la ventana, y le vi abajo, en la puerta. Le abrí y subió, y sin decirme una sola palabra, me besó y me llevó a la cama, echándome de espaldas. Acariciándome las tetas con las manos, fue a mi sexo, aún húmedo de la corrida reciente, sonrió, y empezó a lamerme despacio, mientras me miraba a los ojos. Apenas si tardé en deshacerme en su boca, lentamente, en oleadas y pequeñas corrientes eléctricas que me bajaban por la espalda y me encharcaba. Cuando notó que dejaba de temblar y de estremecerme, sonrió, y dándome un beso en los labios, se fue.
Al rato, apareció otro mensaje en la pantalla de mi teléfono:
“¿Sabes que al final lo hice? Le comimos la polla entre los dos” 😉
Juro que a veces le mataría…
aiennnnnnnnn, no se que le falta a esto……. uhmm…J. H.
Pues no se, Hs, tú dirás… :))