Vaya por delante que me gusta la Dominación/sumisión (en adelante D/s). Me gusta, la respeto y la disfruto, en ambos roles, quiero dejarlo bien claro antes de entrar en materia en el tema de hoy, que no es otro que el curioso fenómeno que consiste en romantizar e idealizar las relaciones D/s, especialmente en blogs y redes sociales, y hacer pensar que son la meta y el ejemplo a seguir dentro del BDSM mostrando solo la cara A de este tipo de relaciones, la que mola, o más bien, la que les mola a las personas que lo hacen. Porque en la realidad surgen problemas, como en cualquier interacción entre personas, pero claro, esto no se cuenta en ese relato ideal de los hechos, haciendo que se mitifique la D/s como el nirvana, o a lo que hay que llegar en BDSM.
En primer lugar, recordemos que el BDSM es un modo de vivir y sentir la sexualidad realizando prácticas que se engloban dentro de las cuatro siglas que lo componen: Bondage, Dominacion, Sumisión (o Sadismo) y Masoquismo. Lo aclaro porque no estoy de acuerdo con aquellas personas que opinan que el BDSM solo consiste o se puede vivir a través de la D/s. Otro día hablaré sobre la “K”(Kink) del BDSM, pero hoy me voy a centrar en el tema de la entrada, que ya tiene la chicha suficiente para añadir más garbanzos al cocido.
¿Y qué es exactamente la D/s? Como he dicho antes es Dominación y sumisión, tradicionalmente se pone la “s” en minúscula porque la persona sumisa tiene una posición por debajo de la dominante dentro del juego de roles que es el BDSM. A grandes rasgos, la D/s consiste en que la parte sumisa cede su voluntad a la persona dominante, siempre dentro de los límites que hayan pactado ambas personas y, evidentemente, la cesión de esa voluntad se puede revocar en cualquier momento, porque, por más que haya un contrato de sumisión o esclavitud firmado, amigxs, sería papel mojado. Lo tenemos claro, ¿verdad? Papel mojado. Nadie es el dueñx real de nadie, ni nadie pertenece realmente a nadie y el BDSM, por más en serio que nos lo tomemos o juguemos la partida, no deja de ser un juego. Grabémonos esto a fuego en la cabeza, por Dios.
Decía que no estoy de acuerdo con quienes dicen que el BDSM solo se puede vivir a través de la D/s porque hay vida más allá de esas siglas. Tenemos la B, el ‘bondage‘, donde entran todos los juegos de restricción y ataduras; la S, que además de sumisión también significa sadismo, y engloba todas las prácticas que implican infligir dolor a otra persona, siempre de manera consensuada, por supuesto. La M es el masoquismo, que consiste en recibir las prácticas de la S y disfrutarlas. Todas las siglas del BDSM pueden hacerse juntas o por separado, no hay ningún manual, papiro egipcio, pergamino o piedra Rosetta que diga que la D/s tenga que estar presente mientras se practica shibari o haciendo ‘spank‘ (azotes), por poner solo dos de los ejemplos más conocidos y extendidos. Es decir, que hay que desterrar de una puñetera vez la idea de que los roles dominante y sumiso se asocian a determinadas prácticas, y también que ejercer un determinado rol dentro del juego impide disfrutar de todas las siglas del BDSM. Lo voy a dejar ahí porque esto también añadiría mucha sustancia al cocido, y quiero ir acercándome al meollo del asunto, que no es otro que la romantización o idealización de las relaciones D/s dentro del BDSM. Allá voy.
Las relaciones D/s se pueden dar de varias maneras. Hemos dicho que consiste en que una persona, la que tiene el rol sumiso, cede su voluntad a otra con el rol dominante. Pero, por algún extraño motivo, muchas personas dentro de la escena asocian de inmediato y automáticamente D/s a relación sentimental, convivencia y 24/7. Y por extensión, muchas veces se muestra –encima– como la meta a alcanzar u objetivo a cumplir por parte de cualquier persona que quiera vivir el BDSM. Y no, por favor, no es así. Descartemos esta idea, porque produce frustración y no pocos quebraderos de cabeza a muchas personas que se tiran años diciendo “aún no he encontrado a mi amx/sumisx, esa persona que me complemente y sea mi mitad perfecta”. Por favor. Si ya es complicado encontrar una persona que aporte cosas positivas a nuestra vida, o que tengamos un proyecto de vida en común, no digamos añadir las variables del BDSM a la ecuación, lo que decía en la entrada sobre la compatibilidad en el BDSM. Sencillamente, es complicado que se dé ese ‘match‘ perfecto.
No es imposible, porque hay muchos ejemplos de personas que viven la D/s de manera sana y en armonía en la escena BDSM. Y, por supuesto, D/s no tiene implícitas ni la convivencia ni el 24/7, que no significa más que mantener los roles dominante y sumiso en todo momento. No, joder, no. Se puede ser pareja D/s y vivir en distintos países. Y se puede hacer D/s y limitarlo solo a momentos puntuales. En esto, como en cualquier otra cosa, hay que tener en cuenta que cada persona que practica BDSM tiene su manera de vivirlo y sus necesidades, que no tienen por qué coincidir con las del resto. Quizá a alguien le pueda parecer imposible mantener una relación D/s a distancia, pero a otras personas, por sus circunstancias profesionales o personales, no. Y se puede ceder la voluntad a otra persona perfectamente sin necesidad de compartir objetivos vitales con ella, porque para eso solo es necesario sentir la confianza suficiente. Por lo tanto, mandemos a la basura el concepto Disney de la D/s, ese que la asocia en ‘pack‘ indivisible con amor, convivencia y 24/7, porque hay muchas maneras de vivirla y sentirla, y todas son válidas. Y por cierto, que si una relación de convivencia vainilla ya es complicada, si metemos la D/s por medio, se complica por lo menos el doble, no quiero ni imaginarme en caso de que haya hijos de por medio. Además del lógico desgaste que sufren todas las relaciones, hay que cuidar que la D/s no se vaya al garete y se produzca el temido avainillamiento, es decir, pasar del “Sí, Señor”(o Señora) al “Sí, cari” y que todas esas normas y rituales propios de la relación se acaben diluyendo y olvidando por el paso implacable de la rutina, las prisas, preocupaciones y los quehaceres diarios. Cuidar esto exige que tanto la persona dominante como la sumisa pongan de su parte para que no suceda, y es fácil que alguna de las dos ponga más carne en el asador, pero la otra se canse y acabe arrastrando a la que intentaba salvarla, lo que a la larga traerá problemas. Otro garbanzo más en la sopa, que aparto para hablar en profundidad en otro momento.
Como consecuencia de esta romantización de la D/s, las redes sociales se llenan de apasionados relatos, supuestamente no de ficción, donde una de las partes, normalmente la sumisa (o sumiso, aunque es mucho más habitual en ellAs que en ellOs) da cuenta de su día a día, con detalles sobre su D/s que son la envidia del resto de la comunidad. Su amo, o ama, es el ser más venerado del planeta, y el más afortunado. Y el más misterioso, porque pocas veces contamos con el testimonio del o la afortunado/a receptor o receptora de tan grande entrega. Algunas veces, cuando sí lo tenemos, la manera de escribir o expresarse de la persona sumisa y la dominante es tan similar que hace sospechar, otras, el perfil del dominante es testimonial, es decir, que está ahí, sin ninguna otra función que figurar en el de la persona sumisa como amo o ama. Y a veces, el amo o ama existe, se le o la conoce, pero pasa tres kilos de su sumisx, esx que lx venera y lx adora tantísimo. Hablando en plata, amigos: hay gente que se inventa esa D/s rosa porque es su propia fantasía, y viven vidas grises que disfrazan de luz y de color, muchas veces sin pararse a pensar que hay más gente que les lee y atan cabos. Yo, tras muchos años de observación atenta, ya no creo en los cuentos, y las relaciones de convivencia D/s que he conocido de primera mano no solo no están exentas de los problemas que tienen las vainilla, sino que se les añaden otros propios, y curiosamente, esos nunca los cuentan estas personas con dominantes o sumisos misteriosos, porque claro, quizá de esa forma el cuento no sería tal, y la fantasía propia se iría a la mierda. Por eso, cuando leo a personas que relatan estas fantasías en las redes, soy como Santo Tomás: si no los veo y escucho a ambos, y ambos no dicen cosas similares, no me los creo. Que nadie se dé por aludidx, por favor, porque esta observación la llevo haciendo hace muchos años y no siempre coincide con casos actuales. Además, no conozco personalmente a todas las personas que están en las redes sociales BDSM, solo faltaría 😉
Por ir acabando y resumiendo el tocho de hoy, amigxs, la D/s no es lo único que se puede hacer en BDSM, y tampoco es el ideal ni la meta a la que llegar, tiene aristas y cuesta mucho mantenerla lustrosa. Y las fantasías mejor en la cabeza, que por las redes sociales cantan la Traviata. Me quedo con muchos garbanzos separados de esta sopa, que iré desarrollando en próximas entradas.